Capítulo 4

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Beverly:

Alrededor de las 8 de la noche partí a mi casa, antes de entrar escuché que me llamaban.

—Beverly,querida—volteé y era mi vecina, la típica vieja chismosa que todo barrio tiene.

Fui a donde estaba, se le notaba algo nerviosa.

—Digame señora Luciana—le dije muy amablemente.

—Primero que nada, soy señorita Luciana—volteé los ojos al recordar que ciertamente tenía que decirle señorita porque no quiere asumir que ya tiene 64 años.

—Si, disculpeme, señorita Luciana ¿Qué se le ofrece?

—¡Ay querida! Estoy muy preocupada, incluso pensé en llamar a la policía pero ahora que estás aquí mejor que la llames tú—ella hablaba con un fingido tono de urgencia, sea lo que sea que sucedió seguramente sería un buen chisme.

—Cuénteme en qué necesita que la ayude y la ayudaré sin ningún problema.

—A mi no me hace falta ayuda, es a ti muchacha, que se te ha colado alguien a casa.

Me asusté un poco luego de escuchar lo que dijo.

—¿Cómo que se me coló alguien en casa? ¿Quién? ¿Cuándo?—hablaba rápido, esperando que la vieja me respondiera pronto, pero ella se tomaba su tiempo para saborear bien el chisme.

—Hace como 20 minutos entró por la ventana del salón un muchacho, parecía joven, delgado y rubio, al parecer sigue adentro, llama a la policía muchacha.

¿Pero quién se metió en mi casa y a qué? Soy bastante testaruda así que no iba a llamar a la policía, tomé clases de defensa personal cuando tenía 12 años así que si era un chico joven y delgado iba a patearle el trasero sin dudas.

—Gracias por avisarme señorita—Hice una especie de reverencia extraña y me fui caminando hacia la puerta de mi casa.

—¿No vas a llamar a la policía?

Ni siquiera le respondí, abrí la puerta de la casa muy despacio, encendí las luces y comencé a buscar, por el salón, la cocina, la habitación de mis padres, por ningún lado estaba.

El único lugar que me faltaba por mirar era mi habitación, si era cierto que había alguien en mi casa entonces tendría que estar aquí en mi habitación.

Así que abrí la puerta y efectivamente,agachado al lado de mi mesita de noche ahí había un chico de espaldas, delgado y rubio.

Se quedó inmóvil, como si pensara que no lo vería

—¿Quién diablos eres tú y qué haces en mi habitación?—pregunté con tono duro y el chico volteó inmediatamente muy asustado.

Por unos segundos me quedé desconcertada con el rostro del chico, era hermoso, ojos de un azul profundo, el cabello rubio que le caía en la frente, una nariz bastante pequeña y unos labios muy carnosos.

Al instante me di cuenta que estaba admirando a un tipo que se metió a mi casa a robar, aunque iba bien vestido y se le veía limpio y decente, no se que hacía aquí.

—Te hice una pregunta ¿Quién eres?—volví a preguntar al ver que el chico no mencionaba una palabra.

—Yo... Yo... Soy... Yo—no podía formar una frase, movía sus manos nerviosamente.

—Anjá...¿Tú qué?—lo motivé a hablar, estaba perdiendo la paciencia.

El chico tomó una gran bocanada de aire y de repente empezó a hablar con tal velocidad que era difícil entender claramente lo que decía.

Fleché a Cupido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora