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El ambiente húmedo y caluroso podía sentirse en aquel despacho, las gotas de sudor resbalaban por la piel de ambos chicos y sobretodo los gemidos inundaban el ambiente.

Sus manos tomaban con fuerza la cintura del contrario, ambas miradas viéndose fijamente, rozando sus narices y con los leves gemidos que salían, se acercaron lentamente uniéndose en un beso, que profundizaron hasta hacer danzar sus lenguas en una sinfonía, mezclando sus salivas y jugueteando con pequeñas mordidas.

Los sonidos lascivos eran lo único que se podían escuchar en aquella habitación, el sonido de sus pieles chocando por cada embestida que propinaba el pelinegro al italiano.

—Toni. —gimió mientras tomaba del cuello al rubio quien soltó un suave gemido. —Mierda, estas tan estrecho.

—Raúl...—Su voz agitada y melosa susurraba en el oído del abogado. —Se siente bien, sigue, sigue.

Con la pared fría tocando la espalda del rubio, Salinas aumento el ritmo sacándole agudos gemidos al italiano, haciendo fuerza para que no se cayera le tomaba fuertemente de la cintura y muslos.

El rubio rodeo la cintura del pelinegro con sus piernas, rodeando con sus brazos al pelinegro.

Ambos conectaron miradas nuevamente hasta que Toni lo tomo de la nuca acercándolo a él, besándole profundamente.

Pero ¿Cómo habían terminado así?

(...)

— ¿Te parece bien, esta propiedad?

El pelinegro miro fijamente al Gambino mayor esperando alguna confirmación por las fotos y referencias de la propiedad que buscaba el rubio, pareció pensárselo un poco.

—Tengo que enseñárselas a mi esposa, Raúl ¿Te molesta si me las llevo?

—Adelante. —Sonrió levemente. — ¿Por qué no vino Anya?

—Tenía que ver algunas cosas. —Rio levemente. —Ya sabes...quería salir con sus amigas y eso.

El pelinegro frunció el ceño al notar el casi imperceptible tono de decepción que se instaló en la voz del italiano.

—No te acompaña ¿Por salir con sus amigos? —Casi en susurro pregunto, miro como el rubio sonreía levemente y asentía.

— Si, eh. —se rasco la mejilla nervioso. —Esta bien, no me molesta. Hace mucho que no salía con ellos.

—De acuerdo, si tú estás bien...            —Respondio dudoso. — ¿Harás algo hoy?

El italiano dio una pequeña risita.

— ¿Me creerías si te digo, que estaba pensando preguntarte lo mismo?

— Te creo eh. —Soltó una risilla.

El rubio se acomodó mejor en la silla de aquel despacho del pelinegro.

— ¿Dónde vamos?

— No lo sé. —Se puso en una pose pensativa. —Quizás ¿A la feria? Son los últimos días. Sería bueno ir juntos.

Había rechazado algunas invitaciones de sus amigos para ir a aquella feria, hasta la de su esposa misma, mintiéndole diciendo que los juegos mecánicos le causaban cierta fobia y mareos. Todo para invitar al italiano, sin saber si aceptaría o se negaría, aun así estaba decidido a el riesgo.

—Hace mucho que no voy a una feria...

— ¿En serio?

—Diría que la última vez fue contigo. —El rubio le miro directamente a los ojos poniéndole nervioso. —O quizá me confundo, no lo sé.

Dos locos [RONI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora