Capítulo V

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Viví con mi tía durante algo más de dos años en que las
pesadillas desaparecieron. Pero, el día en que cumplí los
catorce años, me fueron a visitar mis padres, mi hermana y
todos mis primos. Hubo una gran celebración, tortas y
refrescos. Después, al día siguiente, nos fuimos a bañar al río cercano. Desde que vivía con mi tía, me bañaba en el. Aquel
día me había zambullido varias veces. Sin embargo, hubo un
momento en que me lancé al agua y de pronto me hundí en
la líquida oscuridad de un agua que de pronto se puso rígida
sobre mí, de manera que podía observar todo muy claro
afuera, mientras que dentro del espejo de agua me ahogaba.
Cuando ya no podía seguir luchando por conservar el poco
aire que estaba en mis pulmones, lo dejé escapar y el agua
comenzó a penetrar a través de mi nariz y boca.
Sentía desmayarme ante la presión del agua, cuando mi tío
(hermano de mi mamá) metió la mano a través del frío cristal
y me rescató de la inminente muerte. Desperté tarde en la
noche en el hospital del pueblo. Desde ese momento regresé
a vivir con mis padres y ya nunca más me bañe dentro de un río, piscina, bañeras, ni en el mar y, para calmar mis
paranoias, en las noches, además de cerrojo a los escaparates, se comenzó a cubrir los  espejos con trapos.

Aunque las pesadillas desaparecieron, de día me perseguía la sensación de que alguien me observaba desde los espejos. Luché contra esto por mucho tiempo y volví a visitar
psicólogos y participar en un sin número de terapias.

Llegué a los veinte años de edad y un día limpiando mi
cuarto, para deshacerme de juguetes, ropa y zapatos viejos,
encontré aquel pedazo de vidrio del espejo roto. Pero, en vez
de botarlo, me le quedé mirando. Lo puse sobre la mesa y
cuando intenté poner un dedo sobre él, me sorprendí al ver
que mi dedo penetraba en el vidrio como si lo sumergiera en
un vaso de agua. Al principio el hecho me asustó, pero al
mismo tiempo me maravilló. Lo hice de nuevo una y otra
vez y me di cuenta que al hundir el dedo en el vidrio no
tocaba la mesa y miré por debajo de la misma y mi dedo no
aparecía. Esta extraña rareza hizo que, quizás por el misterio
que encerraba, conservara el pedazo de espejo roto.

Para mí surgió un nuevo elemento que ocuparía mi mente por mucho tiempo y que mantuve oculto a los demás
miembros de mi familia. Algo llamó la atención de ellos y
tiempo después desperté en una casa de reposo psiquiátrico,
donde había estado recluido por varios meses. Al volver a la
casa me encontré que mi cuarto había sido remodelado.
Según dijeron porque yo había causado destrozos en las
paredes con un pedazo de vidrio y me había cortado las
manos y brazos. No recuerdo haber hecho eso. Pero, en mi
cuerpo estaban las cicatrices. Nunca más volví a encontrar el
pedazo de espejo y tampoco sufrí otra experiencia
relacionada con espejos hasta que cumplí los treinta años.

El Espejo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora