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Corría el año 1935, acababa de cumplir 12 años. En esos tiempos iba al Sekundarschulbildung (Escuela de Educación Secundaria), llamada Viündeutcharfenberg y era una escuela actualmente denominada, nazi.

Transcurrían rumores de que un nacionalista extremo había entrado en la Deutsche Arbeiterpartei.

Los jóvenes de aquellos años caminaban felices por las calles y otros pocos gritaban sus ganas de entrar en guerra.

No culpo a aquellos niños hundidos en sus horribles conocimientos, la sociedad de la época nos enseñaba a despreciar a las personas, a ser máquinas frías que se mueven con algún propósito, alemanes de sangre, a odiar al resto por ser diferentes a nosotros.

Aquella mañana, la profesora Deseën nos entregó un libro a cada uno y nos hizo leer una hoja que relataba una pequeña fábula.

"Los Vanköff , eran una pareja joven que acababa de tener un bebé, el pequeño tenía apenas unos meses.

Durante unas vacaciones en barco, la nave colisionó contra un iceberg y en los botes salvavidas solamente quedaban dos sitios libres, ellos decidieron salvarse, dejando así a su hijo a bordo. "¿No es eso cruel?", preguntó un niño a su madre, que juntos presenciaban aquel momento. "No lo es, hijo. ¿Por qué vamos a dejar que los enfermos pongan en peligro a los sanos?... los niños que sobran no sirven para nada."

Esa era la sociedad de la época, nos enseñaban que quien tiene dificultades, no sirve, esa era la principal enseñanza.

No quedaba gente de buen corazón, era como vivir en un sueño plagado de gente que dormía en sus propias mentes, el señor Combell era una persona muy distante, me daba la sensación de estar completamente sola.



Cartas de guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora