Capítulo veinte.

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TENDRÍA QUE HABERLO HECHO YO

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TENDRÍA QUE HABERLO HECHO YO

Mayo, Manhattan, 2015.

<<¡Rubia! ¿Dónde estás?>>

     27- 08 - 14

<<Saliendo del Starbucks ¿Tú?>>

   27 - 08 - 14

<<Babyland>>

27 - 08 - 14

<<¿Quién lo diría? Massimo Vittale comprando productos

de bebé. LOL>>

27 - 08 - 14

<<Todo por mi hermosa rubia ;) >>

27 - 08 - 14

Respiré profundamente y eliminé los mensajes, no era sano revisarlos cada día. Casi se cumpliría un año desde su muerte y, por mi y por Liberty, necesitaba salir de ese agujero, sobre todo si esa cosa rara que sentía por Scott era lo que creía que era.

—Oh, Libby, deja eso, morochita. —suavemente, abrí su mano y quité las llaves de la casa, me perdí en sus ojitos azules que me observaban muy abiertos, igual que siempre. —¿Que te parece si vamos a la ducha para irnos a dormir, eh? —me dio lo más parecido a una sonrisa sin dientes que podía hacer a su mes de vida y mi corazón se apretó con ternura —Vamos.

Sosteniéndola en contra mi pecho, caminé hasta el baño y abrí el agua de la tina. Cuando la temperatura estuvo en su punto, usé la silla para baño que Roma había comprado para su sobrina y recosté a Liberty sobre ella. Habíamos estado recibiendo y visitando mucho más a todos los Vittale, literalmente se peleaban por quien pasaba más tiempo con Libby.

Mi hija empezó a patalear y llorar desconsoladamente apenas tocó el agua. odiaba bañarse más que nada en el mundo y yo sufría cada vez que tenía que hacerlo. La sonrisa anterior desvaneciéndose por completo.

—Lo sé, linda, pero no puedes oler como un cerdo. —intenté consolarla mientras pasaba una toalla húmeda por su cabecita calva y enjuagaba su champú —Hoy te vomitaste toda.

Por suerte me había recuperado del parto casi de inmediato, y mi cuerpo estaba prácticamente en su forma pre-Liberty. Bañar a esta niña requería demasiada agilidad que dos meses atrás no tenía.

—Ya casi —otro agudísimo grito que hizo a mi madre entrar en el baño y acercarse a la bañera —Caelia, dios mio ¿que le estás haciendo a esta pobre niña?

—Evitando que huela a vómito, mamá —respondí cargándola cuando acabé, el silencio fue notable apenas estuvo contra mi pecho. —Listo, preciosita. ¿Ves? Ahora hueles a naranja y vainilla, y no a leche cortada.

Un beso con sabor a durazno [Vittale #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora