Capitulo 2

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Tras haberse librado de esa inoportuna situación, ambos postraron sus pies por el empedrado suelo de aquel frente de su hogar, una morada de dos pisos que parecía estructurarse en un cubo rectangular de ladrillos apilados y distantes ventanas acorraladas en un arco de vidrio a los costados de la vasta puerta principal. Donde un frondoso jardín daba un peculiar camino de narcisos y algunos helechos postrados en diferentes macetas de porcelana.

-No trates de alarmar la situación- indico el adulto, bajo su conservadora mirada almendrada. El muchacho cedió con su cabeza, acorde a no peligrar el reciente conflicto frente a las dos damas.

El muchacho dio un empuje al picaporte para adentrarse al interior de la sala de estar-Buenas noches- saludo, transpirando el dulce olor de canela del incienso encendido.

Una pequeña niña de coletas resalto de la emoción ante la llegada, dejando atrás el rompecabezas que había insistido en terminar con la señora Mónica. Una mujer quizás de la misma edad que Francis salvo que ella era más cálida, acorde a ser una encantadora abuela quien no dudaría en preparar algunas galletitas a sus revoltosos nietos. - Hermano!!- alegro la pequeña en su diminuta pero alivianada voz.

William se encorvo de cuclillas para divisar más de cerca a su pequeña hermanita, tratándose de su misma sangre, era inoportuno pensar que no se parecían demasiado, él tenía una llameante mirada azul naval y ella de un café pastel claro que hacia juego con su tono de piel, su cabellera era de un reluciente carbón mientras que el muchacho tenía un ondulado color castaño nuez.

-Qué bueno que hayan vuelto, Mónica y yo estuvimos a punto de terminar el rompecabezas de la caja de juguetes- respondió avivada ella, llevándose el brazo del joven hasta rencontrarse con el juego de piezas.

Montones de fragmentos habían sido encajados en los huecos dando una imagen definida de un caballo saltando una cerca de madera. Mónica se acercó cautelosamente a su marido, ayudándolo a apartar su traje, abrigando el perchero de caoba al lado de la entrada. - Y bien como les ha ido- indago ella.

-Entre azul y buenas noches mi vida, considerando que nos culparon de meternos presos por indago de misión, es hasta para reírse- bromeo, intentando de opacar la poca frustración que le quedaba, creyendo que envolver a su muchacho era la pica que lo punzaba en el ser de su alma.

- ¿Espera que?, no habrán hecho demasiados problemas- contesto alarmante, antes de hacerse notar ya había estado a punto de hacer estallar a la pobre pequeña. Aun en su lecho de suerte había apaciguado la situación, ella era mucho más calmante que un mismísimo té de manzanilla.

-Estamos bien querida, por suerte no llego a extremos- antes de recobrar el cansancio ya se había dado por sentado en el sofá individual- estoy demasiado cansado-.

-Tranquilo estaba a punto de servir la cena-.


A tan solo de que la oscuridad y los cubiertos rechinaran en boca de todos, se asomó una deliciosa cena compuesta de varios platillos. -El espagueti está muy delicioso cielo- respondió él, llevándose la pasta para saciar su pequeña hambruna. William parecía estar más modesto en arrancar el filete con el cuchillo encimado a su servilleta, mientras que su hermana Carol solo hacia posición con sus chicharos de lado a lado como un juego de canicas dentro de un plato de detalles floreados.

-Gracias, aunque el mérito es de Carol ella preparo la salsa de tomate- agradeció su esposa, llevándose el tenedor en señalamiento a la pequeña.

En un instante de sentirse acorralada por la indicación, dejo de lado la travesura de buena manera e ingirió los chicharos en una gran bocanada-Por un momento creí que quedaría mal-. Su hermano considero en darle un afecto cosa que ella se postro en una perspicaz sonrisa entre orejas.

Trueno nocturno y el resurgir de la espadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora