Izuku Midoriya tiene 24 años y un historial de relaciones amorosas fallidas. Es un escritor con obras famosas, pero al haberlas escrito bajo un seudónimo, su identidad se mantiene en el anonimato, dándole el pase libre para experimentar en relacione...
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Cuando vió a Midoriya entrar a la editorial, pensó que se trataba de él entregando uno de sus penosos manuscritos.
Sintió lástima. Seguramente no alcanzaría la fama o siquiera lograría ganar lo suficiente para llegar a fin de mes.
El mundo de la literatura y las Artes era difícil y estrecho.
Estaba dispuesto a ayudarlo, sacarlo de hondo pozo de la desesperación y que le viera como su luz y salvador, como su única salida.
Quería que dependiera de él y fuera tan servicial como siempre, sintiendo que él era lo único que él tenía.
"- Deku-kun, ¡entra ya!
- Uraraka, no digas eso, alguien podría escucharte. "
Todo se deshizo a su alrededor cuando al seguir al peliverde al estacionamiento, escuchó esa conversación.
¿Él era Deku?
Se tomó la cabeza que se volvió repentinamente pesada por todos los pensamientos que albergaba.
Pero una luz se encendió en medio de todo el caos.
Una flama que debía ser manejada con cuidado, porque si la sujetaba por mucho tiempo terminaría quemándose las manos.
Y si la lanzaba de manera ideal, podía destrozar el mundo de Izuku.
Podía vencer a Deku.
Tomó su teléfono e hizo una llamada.
- ¿Nyle? Soy Shindō, llamo para cobrarte el favor.
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- Dejame contarte una historia, Izuku.
- ¿Qué dices? Sólo dime qué quieres y vete- el peliverde en frente suyo respondió con ira y frustración.
- ¡Silencio! - le entregó una de sus más frías miradas y el peliverde sintió su columna paralizarse.
Estaba aterrado.
- ¿Recuerdas el inicio de nuestra relación? - El pelinegro recuperó la compostura y habló nuevamente con su voz suave. Como si nada- fue normal, agradable. Era terriblemente satisfactorio verte depender de mí para todo. Lo más disfrutable de la relación era tu complacencia, cómo intentabas dar todo de tí para que yo me sientiera bien. Incluso si eso significaba que tú no te sentirías bien.
