°*• ❀ •*°

313 31 22
                                    

Un suspiro escapó de sus labios cuando dejó caer su cuerpo sobre la silla que se encontraba frente a su escritorio en el despacho de su propia casa, acomodó su floja coleta ladeada y algunos cabellos rebeldes que se posaban frente a sus ojos y est...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un suspiro escapó de sus labios cuando dejó caer su cuerpo sobre la silla que se encontraba frente a su escritorio en el despacho de su propia casa, acomodó su floja coleta ladeada y algunos cabellos rebeldes que se posaban frente a sus ojos y estorbaban su visión mientras Carla hablaba y explicaba detalles sobre su calendario para el día siguiente. 

Algunas reuniones con algunas cuantas personas curiosas por lo que podía hacer, otras con personas con las que ya había trabajado, algunas clases particulares que daba a algunos chiquillos y finalmente lo que más ansiaba y lo que le saco una gran sonrisa: ir a S en la noche a patinar.

Dos horas después, tras terminar unos cuantos trabajos atrasados que se habían quedado en la casa, responder a unos cuantos emails y hacer varias de sus responsabilidades, el japonés se estiró en la silla mientras Carla de fondo le decía que ya era el momento de tomar un descanso, el día laboral ya había acabado para él así que ya era momento para relajarse.

Con toda la calma del mundo se levanto de la silla mientras le pedía a Carla que llamará a un taxi que fuera a buscarlo y él mientras tanto se encaminaba hacía su habitación para arreglarse un poco: acomodar su ropa, volver a peinar su cabello, refrescar su rostro y tratar de quitar las marcas que dejaban sus gafas en el puente de su nariz cuando las llevaba mucho tiempo, además de echarse un poco de colonia.

Cuando Carla le aviso de que el taxi ya se encontraba frente a su casa, el pelirosado salió del baño, recogiendo algunas cosas importantes de camino hacia la puerta de salida como las llaves o su billetera y tras cerrar la puerta de su casa con llave se encamino hacia el taxi que se encontraba esperándolo.

Para su agrado era el taxista que venía a buscarlo casi siempre por lo tanto este nada más verle y reconocerlo le sonrió, sonrisa que Sakurayashiki sin duda devolvió - ¿Dónde siempre, señor? - Tras el asentimiento de este, el vehículo se puso en marcha.

Mientras iban pasando las calles Kaoru se guardo una pequeña carcajada muy dentro de si al imaginarse la cara del gorila idiota cuando lo viera entrar a su restaurante, pero estaba en su derecho de estar ahí, era un lugar público y como buen cocinero y dueño debía tratar con respeto a TODOS sus clientes, incluido a él mismo, y eso era lo que más le divertía y le encantaba.

Pero eso solo cuando había gente, porque cuando estaban ellos dos solos su comportamiento era el usual: golpes, burlas, insultos, recordatorios de idioteces o malas decisiones que alguno tomo en el pasado.

El pan de cada día para ambos hombres.

Nada más ver la entrada que ya tan bien conocía, pago la cantidad exacta, que también conocía casi de memoria, y se bajo del vehículo despidiéndose del amable hombre. Caminó hacia la entrada del restaurante que seguía con el cartel colgando en la puerta aclamando un "ABIERTO" a todo el que pasara por ahí y quisiera entrar.

桜の花Donde viven las historias. Descúbrelo ahora