ꟷ¿Estás segura de esto? ꟷsusurró contra mi boca.
ꟷMuy, ¿y tú?
ꟷCompletamente.
Volvió a besarme con renovadas energías y juntos nos adentramos a la oscuridad de su habitación. Mentiría si dijera que no había esperado ese momento desde que lo vi por primera vez; sin embargo, la realidad terminó por superar con creces las fantasías que había armado en mi cabeza.
Theo me depositó con cuidado sobre su cama y prendió la luz del velador para iluminar la estancia, me alegró que pensara igual que yo. Quería verlo, necesitaba verlo para guardar el momento para siempre en mi memoria. Iba a ser nuestra primera vez y pese a que toda mi vida había creído que el sexo no era tan especial como para romantizarlo, esa noche comprendí que sí lo era con la persona correcta.
ꟷ¿Cómo haremos esto? ꟷpregunté y mordí mi labio observándolo de pie frente a mí.
ꟷ¿A qué te refieres?
ꟷBueno, la diferencia de estatura es obvia. ¿Yo arriba o abajo?
ꟷ¿Realmente quieres definirlo? Haré lo que te haga sentir cómoda.
Lo pensé un segundo con mi mirada perdida en su abdomen, no había nada para ver porque continuaba vestido, aunque recordaba a la perfección el increíble conjunto de abdominales que adornaban su cuerpo. Y lo recordé de pronto, esa rara noche con sus amigas donde tuve una importante lección: él sabría qué hacer para que ambos estuviéramos cómodos. Por primera vez en mi vida decidí que no sería yo la que llevara las riendas esa noche, al menos no al inicio.
ꟷDejémonos llevar.
ꟷSiempre puedes decirme cuándo parar, sabes que no te presionaré.
ꟷLo sé. ꟷSonreí y busqué sus cálidos ojosꟷ. Pero creo que es hora de dejar de hablar.
Recuperando mi confianza, me puse de pie y lo observé desde mi altura. Quería desnudarlo hacía mucho y por fin tenía la oportunidad. Llevé entonces mis manos a su cintura y bajé lentamente hasta el borde de su sweater, tomé la tela con seguridad y le hice saber con una mirada lo que continuaba. Theo me ayudó a quitar la prenda del medio y continué con mi muy importante labor. Uno a uno quité los botones de sus ojales y respiré profundo cuando su inmaculada piel quedó al descubierto.
Posé mis labios sobre su esternón y sentí el calor de su cuerpo, una llama intensa que apagó lo que quedaba de mi cordura. Poniéndome de puntas, subí mis besos por su pecho hacia su cuello y suspiré contra su piel cuando sus manos se aferraron con firmeza a mis muslos. Sí, demonios. Al diablo el celibato, quería tenerlo conmigo, quería ese momento más que nada.
Deslicé con lentitud su camisa fuera de sus hombros y lo sentí quitársela por completo; no obstante, estaba más concentrada en saborear su piel y en sentir cómo su pulso comenzaba a acelerarse.