Wei WuXian regresaba a Gusu con su montón de alumnos a los que había guiado en aquella cacería nocturna de casi cuatro días detrás de él. Moría no de ganas por entrar a ese temible lugar lleno de reglas, responsabilidades y obligaciones, más bien por estar entre los brazos de su marido quien no lo acompañó por ayudar con los nuevos alumnos y sus materiales de trabajo, las clases y los exámenes.
Tantas cosas aburridas.
Tropezó con uno de los escalones, siendo detenido antes de caer de bruces contra el suelo gracias a JingYi y su mano al rededor de su brazo derecho. Así había sido durante toda la cacería que, no les mentiría, la mayoría del tiempo donde dejó solos a los menores era porque se iba a merodear por los pueblos cercanos a preguntar por Lan SiZhui, esperando escuchar noticias de su paradero. Algo, un rumor. Pero regresaba con las manos vacías, los oídos sin nuevas noticias.
—Mayor Wei, mire por donde camina. No queremos que se vuelva a caer y nos haga cargarlo como la última vez.
Claro, como hacía dos días donde su pie quedó atascado dentro de un hoyo y tuvieron que cargarlo entre todos para poder sacarlo. Sonrió tratando de ser sincero, disculpándose en voz baja, ganándose la mirada preocupada de todos los que caminaban tras él. JingYi se mordió la lengua para no decir nada, también estaba decaído, también se sentía terrible por no saber nada de su mejor amigo.
Al final de las escaleras, parado al lado de las dos grandes y lisas rocas, Lan WangJi esperaba paciente por su llegada. Fue inmediata la reacción de Wei Ying al correr hasta sus brazos, aferrándose a su cuello y ocultando el dolor que no quería mostrar frente a sus alumnos. WangJi acarició los cabellos negros con cuidado, apretando sobre la nuca, enredando la izquierda en su cintura. Muchos voltearon la mirada, siendo ignorantes al momento en que el mayor de todos susurró algo, una esperanza recobrada en los ojos apagados de Wei WuXian. Se separó de su pecho con mirada brillante e, ignorando todas las reglas, salió corriendo a la dirección susurrada.
Lan JingYi se detuvo a mirar unos segundos al segundo jade Lan, esperando una simple confirmación con la cabeza que le hizo correr detrás del mayor, con pisadas fuertes, sintiendo el corazón retumbando en sus tímpanos, la garganta seca. Toda esperanza que había sido olvidada semanas atrás había regresado como un diluvio, golpeando con fuerza y ahogando a todos con él.
Nadie se atrevió a detenerlos. Ni siquiera cuando el nigromante azotó la puerta de la biblioteca. Ahí sentado, frente un montón de pergaminos, unos blancos, otros bañados en tinta y otros con dibujos a medias, sin sentido, Lan SiZhui alzó la cabeza. Wei WuXian corrió hasta él, abrazándolo sin escrúpulos, revisándolo, llenándolo de preguntas que jamás contestaría porque eran demasiadas y su cerebro no lograba procesar tanta información.
Pero parado en la puerta, con la respiración agitada, sintiendo las manos temblando y las piernas fallándole, Lan JingYi se quedó quieto. Mirando el que se supone era su mejor amigo. Era él, era su viva imagen, estaba ahí sentado, siendo abrazado por el mayor Wei. Era él pero no lo era al mismo tiempo. Su cuerpo presente pero entonces, ¿quién era el que lo miraba con una ceja alzada por sobre el hombro del que decía ser su padre? ¿quién era el que le sonreía divertido? ¿quién era el que lo retaba sin palabras? ¿quién era el que se burlaba con la mirada? ese no era su amigo. No estaba su sonrisa amable, ¿qué había pasado con él? no estaba ahí.
Por eso dio un paso atrás y negó, sutil. Ignorando esos ojos que parecían pavonearse por jugar el papel de quien no era. Tomando un puesto que no le correspondía.
¿Estaría demente?
—JingYi.
El cultivador demoniaco secó una de sus mejillas con el dorso de la mano antes de alzarla en su dirección, invitándolo a acercarse. Como si se tratara de ellos dos nuevamente, un retroceso en el tiempo hasta cuando se conocieron por primera vez. Dos niños asustados el uno del otro, ambos huérfanos a causa de la guerra, con una oportunidad de crecer juntos, como amigos, como hermanos. Pero es que era diferente. Esos ojos no eran los de ese niño que se escondía tras la túnica de Lan XiChen, ese que había llorado cuando el primer día de clases lo habían dejado solo con otros niños. Ese que se había aferrado a su brazo al sentirse cómodo con su presencia, al caminar juntos al comedor y sonreírse sabiendo que, desde ese día en adelante, no estaban solos. Que eran amigos. No era él, no lo era, no era el SiZhui que conocía, no era el Yuan al que había empujado a una pila de nieve. No era el muchacho que le pedía bajar la voz cuando la elevaba sin ser consciente de ello. No era al que acompañaba cada mañana a alimentar los conejos ocultos de las reglas.
No era él. Joder, no estaba demente.
Mucho menos al sentarse frente a frente, ¿a caso Wei WuXian no lo reconocía? no estaban frente al verdadero Lan SiZhui.
Por más que esa sonrisa amable, una copia de la que mostraba años atrás Lan XiChen, abrazara a todos como un manto cálido, a él no lo engañaba. Conocía a su mejor amigo y ese, no lo era.
Y vaya que no se lo iba a callar. Solo debía encontrar el momento justo y la evidencia necesaria.
Claro que no contaba con que, muchos en los recesos de las nubes, ya habían tomado nota del caso.
AlexG.
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Tu-tu-tu-tú [MDZS].
FanfictionPorque caer en ese círculo rojo brillante de pecados, solo fue el comienzo de un dolor inexplicable. Enfermedades sin curas, desastres abominables y pesadillas reales. Donde SiZhui jamás debió entrar a esa cueva oscura y pegajosa, donde sus pies se...