Día 1

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Era mi cumpleaños número 18 cuándo el mundo se vino a abajo.

El primer impacto fue en el mar, cerca de las 2 pm.

La tierra se estremeció al contacto con la enorme roca que había chocado con el agua. Minutos más tarde una gran ola arrasaba con todo a su paso trayendo consigo todos los botes y buques atracados a 2 kilómetros de la costa. El navío en el cuál papá era capitán fue destruido al momento del choque. Por suerte ese día estaba con nosotros, los chicos a su mando no tuvieron tanta suerte.

El segundo impacto fue 30 minutos después en el centro de la ciudad. Los edificios quedaron reducidos a ceniza en un rango de 3 kilómetros a la redonda. Miles de muertos en un instante. La cuidad se apagó. Las fuentes de energía fueron cortadas, la onda de choque afectó todo lo que usaba alguna fuente de energía no renovable. El suelo temblaba y se estaban formando grietas.

Nadie había avisado de algo así. La NASA como siempre ocultando cosas.

El tercer impacto fue cerca de la media noche en los Ángeles, la cuidad se estaba hundiendo, esa fue la roca más grande de las tres. La onda de choque se sintió por todo Estados Unidos. Nuestra casa ya estaba a punto de derrumbarse. Papá decidió que era momento de salir de la ciudad, sin embargo, los autos no estaban funcionando, teníamos que irnos en bici.

Error. Esa estupidez nos costaría la vida de mamá. Ellos se la comerían esa noche.

Estábamos por salir de entre la multitud de autos y personas cuándo el ruido se hizo presente. Gritos de angustia y terror inundó las calles. No sabíamos que estaba pasando hasta que ellos aparecieron en nuestro rango de visión. Eran monstruos.

Criaturas pálidas como la luna e incluso parecían desprender un tenue brillo blanco. Estaban dotados de garras y colmillos. Sus extremidades demasiado largas en comparación a su cuerpo y una larga cola provista de aguijón. Parecían ciegos, pero se guiaban por el sonido o tal vez por el calor. Eran unos 10 individuos que en cuestión de minutos mataron y devoraron a cientos de personas. Su apetito voraz era insaciable.

Todo pasó muy rápido. Mi padre nos hizo emprender la huida, lejos de la cuidad y de su bullicio además de aquellos monstruos de los que no teníamos idea de dónde  habían salido.

Ya casi lo lograbamos, no faltaba nada para entrar en una zona "protegida" cuándo uno de ellos nos dio alcance. Era enorme. Horrible y pálido, su carne blanquecina parecía estar pudriéndose, daba la impresión  de estar en  descomposición.

Un parpadeo y mi madre se hallaba en el suelo con sus órganos regados por el asfalto. Ni siquiera gritó. Murió al instante.

Eso se la comió tan rápido como la había matado, era nuestro turno al parecer. Sus ojos blancos sin pupilas estaban puesta en mi, se estaba acercando despacio mientras soltaba un gorgoteo desde su garganta.

Mi padre disparó. No sucedió nada. Las balas rebotaban. Se dirigió entones a él con la intención de matarlo. El volvió a disparar y esta vez le dio en uno de sus ojos. Cayó al instante mientras de su cuenca aplastada salía un líquido verde que derretía el asfalto. Logramos huir, sin embargo, la gente de la ciudad no tuvo la misma suerte que nosotros. Los militares todavía no sabían que su punto débil eran los ojos; el resto de su cuerpo estaba acorazado.

Logramos sobrevivir esa noche. Todo fue un golpe de suerte. Después de encontrar un lugar seguro, me dediqué a llorar la muerte de mamá. Los odiaba. Odiaba a esas malditas criaturas fueran lo que fueran. Esa noche juré acabar con ellas. Pero para lograrlo me tomaría más tiempo del esperado.







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ㅡMario Orregoㅡ

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2022 ⏰

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De Sombra & Ceniza: InvasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora