Adriano y Antínoo

Historia KTH&JJK reencarnación.

"Una noche más Adriano era incapaz de conciliar el sueño. Apoyado sobre la balaustrada que da frente a las aguas inmensas y serenas del Mediterráneo, con los ojos rebosantes de la más líquida amargura que jamás tuvo en su vida, miraba al cielo buscando ver allí a su adorado Antínoo. Y al fin creyó verle sonreír en la inmensidad de la noche, como un destello infinito que iluminó las lunas tristes de eterna soledad".

Del relato corto inédito de Rafael Arribas El ombligo de Antínoo.


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Cómo era la costumbre de aquel gran emperador, recorrió nuevamente las extensas tierras de su imperio. Conocer a su gente, asegurar la justa administración, ver sus problemas y deficiencias, era algo que le gustaba hacer por su cuenta para reforzar a su imperio y asegurar durante su mandato una época de paz.

Adriano se encontraba en Bitinio-Claudiópolis, ciudad de la región de Bitinia, en el noroeste de Asia Menor. Mientras recorría el mercado de aquella ciudad, accidentalmente la figura de un hermoso joven capturó su atención.

Decir que no era el ser más bello que vio, era una blasfemia, era la peor mentira jamás dicha.

Adriano quedó tan cautivado por la belleza de aquel joven, que sin dudarlo ni un segundo buscó un acercamiento a él.

Antínoo no era más que un joven esclavo, sin embargo la llegada del emperador a su vida, conoció un nuevo mundo, desde aquel encuentro entre ambos hombres, Antínoo acompañó al emperador en lo que restaba de viaje. El tiempo que pasaron juntos fue realmente muy bello, aún cuando no hay suficientes datos históricos, no cabe duda del amor que se tenían mutuamente.

Lamentablemente para el infortunio de los amantes, su felicidad no perduró para siempre. Antínoo se había enterado por un astrólogo que su suicidio brindaría al emperador la posibilidad de seguir viviendo después del plazo que le había sido asignado por los hados.

A temprana edad el joven Antínoo murió ahogado en el rio Nilo, cerca de la ciudad de Besa, en el Egipto medio, y se ahogó ante la mirada de Adriano.

El emperador quedó desconsolado, era poco comparado con lo que realmente sintió, pues ese día su mundo se vino abajo y ese día él también murió en vida.

Para preservar la memoria de su amado, Adriano formó una pronta deificación de Antínoo. En el río donde surgió el trágico evento, mandó a levantar un tallado en su honor.


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«Los efímeros momentos que pasé en vida fueron realmente hermosos, pero jamás serán suficientes, todavía quiero estar a tu lado.»


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«No pude protegerte en esta vida, no te fallaré en la siguiente. Te amo.»




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Bajo los resplandecientes rayos solares que hacían lucir la bien formada silueta de un joven, el agua cristalina que bajaba por su tersa piel era la envidia de cualquiera que deseara poderlo profanar, su cabello se veía tan bien pegado a rostro por el sudor matutino, que solo hacía resaltar a la perfección cada una de sus preciosas facciones.

—¡Llegaste! —vociferó con alegría él hermoso joven, acercándose a paso veloz.

Cuando el acercamiento fue suficiente, se lanzó a los brazos de….

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