EL PRINCIPIO: CAPITULO 2

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Una rosa florece en medio del desierto, pero no muere, el desierto la cuida; parece que al desierto le intriga que sea tan diferente.

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Los minutos eran eternos en esas aguas frías, sus lágrimas se habían agotado y aquella reacción de exaltación y terror se habían convertido en aceptación y desesperanza. Nunca fue mucho de levantar su voz y gritar, pero ese día lo había hecho hasta que el ardor en sus cuerdas vocales le avisaron que tenía que frenar. Miraba para arriba sin ningún tipo de esperanza; el sabía que por ese lugar no pasaba nadie a esa hora; su ruta de escape se había convertido en su tumba. Pronto iba a caer la noche y la temperatura  bajaría ferozmente como era costumbre, solo le quedaba esperar a ver si moría ahogado o de hipotermia, eso era lo único que pensaba en ese momento, en la muerte. Un recuerdo llegaba a su mente una palabra que leyó en el periódico que compraba su madre que decían que después de morir te ibas al paraíso, o eso pensaba el columnista creyente con aura positiva; el sujeto explicaba que el pasar por este mundo son unas vacaciones de nuevas experiencias que sin importar si eres bueno o malo vas al paraíso, ya que al final somos creaciones de Dios, y Dios no coloca a sufrir a sus propias creaciones, sería muy hipócrita de su parte. La verdad no le interesó tanto el argumento que daba aquel religioso, solo había quedado en su mente la idea del paraíso, un lugar donde los problemas no existen y todo es perfecto, morir no era tan malo como lo pintaban, morir puede ser la mejor opción en algunos casos, el quizás muera pronto, una amarga muerte que su cuerpo y mente no aceptaban todavía, no aceptaban el pronóstico pesimista pero realista, no aceptaban ir al paraíso sin antes pasar un infierno. No aceptaba crearle un infierno a sus padres.

El niño se armó de un valor de lucha que hasta el momento no conocía. Esos instantes en dónde entiendes que estás al borde de la muerte y tú cuerpo como tu cerebro entran en un estado de supervivencia, dónde tus calorías se queman rápido para darte energía, dónde tus demonios y ángeles trabajan juntos para salir del peligro. Y esa cereza que faltaba para que su sentido de supervivencia llegará al límite ese pequeño ingrediente tan importante que era el tener un porque, un propósito Y ahí entraba su familia.

Puso sus manos en aquellas piedras y las apretó con fuerza, intentaba posicionar sus dedos en los huecos y en los espacios de las mismas para comenzar su agarre. Le incomodaba sus zapatos, sentía que lo harían deslizar así que se los quito con sus propios pies para hacer lo mismo con sus calcetines y comenzar con lo que podía ser su último intento de sobrevivir. Puso a trabajar los pies y comenzó a escalar. Centímetro tras centímetro solo procuraba pensar en la cima y la adrenalina hacia su trabajo para que su cerebro no razonará en el agotamiento muscular que estaba teniendo, en la sangre que salía de las uñas de sus manos por intentar agarrarse de aquellas piedras con toda su fuerza, del maltrato que le hacía a sus pies y los raspones inevitables. Solo se disponía a seguir y seguir. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que comenzó a escalar, pero ya se encontraba por llegar a la mitad. Su respiración agitada y el sudor que salía por aquel exceso de esfuerzo se hacían presente. Su cuerpo parecía llegar a su límite, le pedía a Dios un poco más de fuerza para poder seguir, pero este pedido nunca llegó y paso lo inevitable. Resbaló y cayó.

Hubo un silencio después del sonido del agua. Se tomó su tiempo para salir a flote, cuando lo hizo se regalo unos segundos largos de silencio para asimilar lo sucedido. Se comenzó a escuchar un llanto en tono bajo después, y las lágrimas volvieron a brotar de los ojos del niño, aunque está vez eran pocas. Tenía ganas de abrazar a su mamá, quería contarle todo a ella para que sus caricias se hicieran presente, esas caricias que lo calmaban que tanto amaba, quería escuchar a su padre decir que todo estaría bien, escuchar uno de sus malos chistes

     —P...pa, m...m... mami.

Fueron las palabras con esfuerzo que salieron de su boca; no tanto porque no tuviera las fuerzas físicas de hablar, lo que no tenía era la fuerza mental de hacer cualquier acción, se había rendido.

EL JUEGO (HIATUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora