Capítulo 6

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LILITH

Me visto con las mejillas enrojecidas como un par de tomates, y el cuerpo ardiendo en vergüenza. Y para colmo de colmos... me pican los ojos mis molestas pestañas empapadas con mis lágrimas.

Me siento tan avergonzada. Pero..., el origen de mi llanto no es precisamente por la situación, sino por el tremendo coraje atorado en la garganta que siento hacia ese encapuchado de ojos brillantes.

Jamás había visto un esmeralda tan intenso en los ojos de un hombre.

¿Quién diantres era ese sujeto? ¿De dónde apareció? ¿Qué rayos estaba haciendo aquí?

«No.»

No podía sentir curiosidad a su persona. No era correcto. Era un pecado para mí, porque no podía pensar en él sin sentirme ligeramente atraída por el misterio que envuelve su silueta vestida de negro. No iba a negar que tenía el rostro de un rompecorazones y, que me había llamado «chula», cuando antes nadie me había visto, por lo menos, como una chance de ser...

«¡PARA!», me advierte mi subconsciente.

«No pienses más en él», me aconseja.

Y... tenía razón... No debería pensar más en sus lascivos ojos y sonrisas, o, en lo ronca que me resultó su voz cuando me habló y...

Niego varias veces con la cabeza para desvanecer la reminiscencia de su rostro, y lo adictivo de sus palabras. NO. No voy a ser una de esas chicas embalsamadas que piensan constantemente en un hombre y, lo ven como a su única fuente de felicidad.

Mamá dice que esas muchachitas son unas cualquiera que dependen emocionalmente del sexo que reciben de su pareja y..., que han perdido el camino a la redención.

Dice que tener relaciones sexuales con tu novio es un repudio y una falta de respeto hacia tu cuerpo, porque una mujer no debe ceder el control y caer en la tentación que le ofrece el señor con la carne de un hombre.

Dijo que las mujeres que mantienen una vida sexual activa con sus parejas (sin estar casadas), no merecen concebir hijos. No merecen casarse vestidas de blanco como si nada hubiese pasado en sus cuerpos durante nueve meses y, después llevar vidas normales como todas las mujeres fieles a sus principios.

Me repite que las chicas de mi edad suelen sentir curiosidad afectiva y, que esa curiosidad debe ser reprimida y olvidada. Dijo que si alguna vez me sentía así debería sentirme culpable y/o avergonzada de mis impúdicos pensamientos. Y que ponerme a rezar y a pedir perdón era suficiente para redimirme si aún no probaba la sutil tentación en los labios de un hombre.

Así que eso hago. Me pongo a rezar como en un monasterio y, a pedir perdón a mi padre celestial por haber sentido una insana curiosidad hacia un extraño que, seguramente, se acuesta con un sin fin de chicas a la semana.

Sí... Él es un pecador.

Lo mejor es dejar de atormentarme pensando en él.

Pero —y aunque lo reprima—, no podía dejar de darle vueltas a un asunto que merecía explicación. Lo único que no comprendo es... ¿qué hacía aquí exactamente? Estaba leyendo uno de mis libros cuando atisbé su presencia en la habitación, sí. Pero..., todo en él gritó algo que, la verdad, me pareció conocido.

Se sentía como..., si tanto él como yo, nos estuviéramos escondiendo de todo mundo en este cuarto.

Él inspiraba desconfianza, pero también cierta complicidad.

Ay... Mejor me pongo a rezar un poco más.

Cuando termino mis oraciones, salgo de la habitación.

¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora