Capítulo.- 8

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Capítulo. _8
Todo era tan borroso. Sentía el ardor por mi cuerpo, y con los ojos entre cerrados, miraba la ventana de mi habitación. Las luces entraban tan ampliamente por el cristal. Sino fuera de ese tacto nervioso en mi, no hubiera podido reaccionar. Las mejillas me ardían, pero una parte de mi cuerpo, temblaba de dolor. ¿Estaba sola? ¿En qué momento había llegado hasta aquí? Me fui preguntando, mientras mis ojos por fin se abrieron por completo.

La sombra de un cuerpo se reflejó frente a mí, abriendo un recuerdo borroso...

Era verano.

Mamá seguía sin venir a casa, y el tío Lucas estaba entusiasmado de mi llegada, el departamento era tan amplio, las cortinas de eran largas de un rojo extremadamente intenso. A decir verdad, el lugar era tan cálido, al contrario de sus calles y lugares públicos en aquella zona de Boston.

El tío Lucas, se encontraba en su último año de universidad. Su cabello rubio caía por sus mejillas, mientras me daba la bienvenida. Era uno de mis tíos preferidos, ya que, Alana la hermana menor de mi madre, nunca quiso conocerme. -No lo entendía-

La mesa estaba llena de pequeños regalos, y había varias flores a sus alrededores. El departamento le pertenecía al abuelo, de hecho, aquí mamá había crecido antes de que la abuela se la llevara a vivir a Buenos Aires, lugar dónde conoció a mi padre.

-Gracias -Dije sonriendo. Era mi cumpleaños número siete. Y era la primera nieta y sobrina, el cual tenía toda la atención del mundo. Según el abuelo lo decía, cada que iba a visitarme. -¿Todo esto es para mí? -Pregunté con euforia. Él ascendió, mientras me pasaba una caja de golosinas. -Eres el mejor tío del mundo -Dije, dándole un beso en su mejilla.

-Ve mi niña -él dijo, con una sonrisa amplia -Hoy algunos de mis amigos vendrán, no te preocupes, puedes quedarte en mi habitación -Pasó un mechón de mi cabello detrás de mis orejas. -No habrás. -Cualquier niña tenía obedecer a sus mayores. Era el mejor ejemplo que nos habían dado en la escuela en dónde asistía. -¿Vale? -Me dio un beso en la mejilla, antes de correr por todo el departamento, entre gritos y sonrisas.

Esa noche sabía que no debía molestar.

Que debía quedarme quieta, y debía sonreír.

Mis sueños eran profundos, al grado que no sentía nada. Pero esa noche, por la felicidad de mis nuevos juguetes no podía descansar. Era la emoción, era la gran felicidad de una nena.

Dos toques de aquella puerta, hicieron un leve brinco dentro de mí. Sabía que no debía abrir la puerta, pero la suave voz de mi tío, me hizo caminar. La perilla era dorada, y por la calefacción se sentía fría. Haciendo un pequeño escalofrío por mi cuerpo.

Al abrir, no solamente me encontré con la sonrisa del tío Lucas, sino, también con la sus dos amigos, Daniel y Nicolás.

-Hola -Dijo mi tío. Me observó por un segundo, dando un pequeño paso a dentro de la habitación. -¿Qué haces bonita? -Me cargó entre sus brazos, mientras sus amigos continuaban el paso.

-Jugaba -respondí. Señalando mis nuevos juguetes. -A las muñecas- Determiné.

-¿Podemos jugar? -Preguntó mi tío. El cual dije que sí.

Mi cuerpo se estremeció. Como si un parte de mi alma era desterrada de mí. Una lágrima cayó sobre mi mejillas, mientras sus sucias manos tocaban mis nudillos. Otra vez él. Haciéndome recordar todo, todo ese dolor, esa agonía, esa extraña repugnancia dentro de mí. Tenía diez años de aquella noche, aquella en el cuál él y sus amigos, hicieron algo sin piedad, algo que quizás viviría dentro de mí, más de lo que me pudiera imaginar.

Entre cerré los ojos, mientras sus manos iban subiendo por mi cuerpo.

-Tío... -Mi pequeña voz se escuchaba. Era un recuerdo. -Ya no quiero jugar a esto -Dije sollozando. Las piernitas me dolían. Me lastimaba que mi tío fuera así, él decía que la princesa debía obedecer siempre al príncipe. Pero el príncipe se comportaba de una manera mala. Lo pensé, mientras me tomaba por mi cabello. Alzó mi cuerpo una vez más, dejando un beso sobre mi mejilla.

-Mi princesa, no debería hablar -Me dijo, teniendo mi cuerpo entre sus brazos -¿Sabes qué es lo qué pasa si la princesa habla? -Preguntó. Ascendí. Los reyes se enojarían mucho con el príncipe, y ya no podrían jugar. En el cuento, si el príncipe ya no jugaba, iba a ser muy infeliz, y eso ocasionaría quitarle los castillos a los reyes. La reina lloraría mucho, si el príncipe le quitaba el castillo de Harvard, mientras que los sueños tontos de rey caerían con las fuerzas armadas , quizás en una trampa. Mi mente iba recordando el cuento, mientras mi tío hacía cosquillas por una parte del cuerpo de la princesa.

-Que hermosa, se ve la princesa -Su voz susurró. Pausó por medio segundo -¿Pero por qué la princesa anda buscando a un brujo? -Preguntó. Sus manos tocaron mi cuello tan apretadamente, mientras su cuerpo caía encima de mí. -¿Acaso la princesa quiere que el príncipe acabe con el brujo? -Volvió a preguntar. Sentía la respiración en pausa, y algunas lagrimas caían sobre mis mejillas. -¿Eso quiere la princesa? -Chilló- ¿ESO QUIERE LA MALDITA PRINCESA? -Gritó, dándome un golpe tan fuerte por las mejillas. Sentía el ardor caer sobre mí. Sentía ese remordimiento. Sentía la idea de que la princesa jamás sería feliz. Jamás sería libre.

Intenté soltarme de su agarre. Pero fue imposible, me tiro tan fuerte de la cama, que volvió a ponerse enciman de mí. Beso mi piel lentamente. Tomó algo sobre la cajonera, y volvió a golpearme en la mejilla, y justamente, otro día más, el príncipe jugaba con la princesa, con tanto enojo, que los ojos de aquella niña, se iban perdiendo en la oscuridad de un infierno sin libertad, de un mundo donde el principie siempre gobernaría, y dónde, aquella princesa nunca saldría.

Nota: perdí la cuenta, y no pude actualizar por mucho tiempo, los quiero.

Las calles de Nueva YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora