Capítulo 5.-«Money Money Money» ABBA.

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No empecé amando a Owen, sino a su dinero y su mundo

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No empecé amando a Owen, sino a su dinero y su mundo.

Tengo una ligera debilidad por el lujo y la opulencia, no lo voy a negar, me embobo con las cosas bonitas, brillantes y caras. Y sé que está mal visto que una mujer admita amar el dinero, pero lo hago, porque las únicas personas que parecen despreciarlo o verlo como algo mundano son los ricos, pero para gente como yo, que comí de la basura y viví en un edificio abandonado que de vez en cuando apestaba a cadáveres, el dinero significaba todo; comida, casa, seguridad, estabilidad. Felicidad. Libertad. Éxito. Talento.

Amaba salir con Owen; me regalaba cosas caras, me mimaba, me compraba a mí y mi silencio y me daba a probar las mieles de la buena vida. Salíamos de noche, y me compraba abrigos de piel a lo Scarface, y joyas, y ropa cara, y me llevaba a los mejores restaurantes, y le encantaba que lo mirasen conmigo, porque el dinero también compra belleza y personas, para muestra yo, que me paseaba con él como si fuera su trofeo. De cierta forma lo era. 

Como un buen manipulador y comprador de personas, me demostró lo que él podía proveerme si obedecía y si me portaba bien, si se me ocurría reírme muy alto, quizá mañana no me compraría esas botas que vi y me encantaron, y si quizá sonaba demasiado grosera o vulgar, no me sacaría a bailar y darme un poco de coca por la noche. Sí, él me reintrodujo al mundo de las drogas, y no, no piensen que me volví drogadicta, sólo que al esnifar la primera línea sentí que el mundo era mío, y eso te hace sentir poderosa, así que buscas un poco más de esa sensación. 

Owen me hizo adicta a él y su dinero, así empezó todo. De pronto, me empecé a enamorar de él, de su sonrisa, y sus ojos, y sus manos, pero él odiaba cada parte de mi vida que no era él y mi amor y devoción por él, y su dinero.

Él odiaba a mis amigos, claro, y yo lo justificaba diciendo que era normal, pues eran unos parias sociales, unos criminales y lo más bajo de lo bajo en la escala social, pero al menos podía haber fingido que le caían bien, o al meno pudo haberle dado la mano a Alana, pero se negó a hacerlo, diciendo que estaba enfermo de la garganta y no quería contagiarla, y sólo él y yo sabíamos que eso no era verdad, y odié que me obligara a ser cómplice de esa grosería, pero asumí que era normal, porque consideraba que tenía razón, Alana y los demás de la pandilla no eran las personas más limpias del planeta, ni siquiera yo lo era.

ESTÁBAMOS CONDENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora