Se alzó el alba sobre el horizonte, prometiendo propicios días a casi toda España. Los tenues rayos del nuevo Sol impactaban sobre la arena, organizada en dunas por toda la playa, y teñían el arrebol de naranja y rojo pasión. La marea se encontraba alta y brava, como en un día de noviembre. El cielo posaba su esencia dorada y la repartía a lo largo del movido océano. Olía a mar, pero era un mar gélido, propio de mediados de primavera.
El aire entró por sus fosas nasales y recorrió con velocidad su tráquea, hasta llenar por completo sus pulmones, acompañado del humo de un Winston largo, como un café matutino. El rubio exhaló muy despacio y cerró los ojos, dejando que el viento removiera un poco su cabello y lo secara.
Todavía era muy temprano, al rededor de las 6:30. Antonio seguía durmiendo con una respiración pausada y ligera. Tanto que Arthur a veces se tenía que acercar para asegurarse de si aún seguía respirando. A decir verdad, el mayor estaba ansioso por que se despertara ya su novio. Verlo descansar le enternecía, pero quería acariciar el cuerpo y que escuchará sus palabras de amor, dedicadas exclusivamente para él; quería besarlo y alborotar su respirar y sus latidos; quería provocarle escalofríos y que rogara por más cercanía para aferrarse a él eternamente; quería su mirada vivaz y brillante y también quería escuchar su risa cuando le hacía cosquillas, lamer sus labios rojos como las fresas y recibir su alegre sonrisa capaz de transformar el gris más apagado en un amarillo acogedor y cálido, como él.
- I love you...- Susurró sin poder contener más sus pensamientos.
Por el pequeño balcón en el que se hallaba, apoyado en la barandilla, entró a través del ventanal abierto de par en par una traicionera ráfaga de aire fría que perturbó el descanso del moreno.
Antonio suspiró y gruñió con pereza. Empezó a girarse para tumbarse boca arriba pero de pronto soltó un breve quejido y se detuvo en seco para volver cuanto antes a su posición inicial. Arrugó grandes cantidades de la manta y la llevó directa a su pecho desnudo buscando calor desesperadamente, haciéndose bolita alrededor de esta y tratando de dormirse de nuevo. Pero ya era demasiado tarde, así que abrió los ojos con lentitud para que la ténue luz no le cegara al instante y la primera vista que tuvo esa mañana fue la oscura silueta del mayor, girado hacia él, con los destellos de los rayos solares asomándose tras él oníricamente.
Arthur tomó otra larga calada. Se notaba que hacía poco que había salido de la ducha y sólo llevaba unos pantalones cómodos de color negro.
- Buenos días, cariño. - Dijo sonriendo levemente y colmado de ternura por cómo se veía Antonio en ese momento. Soltó el humo hacía un lado para que no ingresara en la habitación.
Antonio sonrió y se sonrojó un poco por todos los recuerdos que se le vinieron a la cabeza de la noche anterior cuando miró al rubio semidesnudo. -Buenos días.- Musitó grácilmente.
Apagó el cigarro y estiró los brazos, queriendo lucirse para Antonio como el tipo buenorro que era.
- Ven y tápate. Tienes frío. - Sentenció imperativo el castaño, volviéndose a refugiar entre la tela cuando volvió a sentir el frío recorrer por espalda.
- No tengo frío.
- ¿Entonces por qué tienes los pezones como piedras? - Se burló amortiguando una carcajada en el montón enrollado de manta por la cara que había puesto el otro.
Se quedó vacilante ante el comentario, en realidad sí que tenía algo de frío, pero al segundos tuvo una ocurrencia. - Es que estoy pensando en ti.- Pronunció con sorna.
Antonio se rió sonoramente. - Touché. - pequeña pausa. - Anda, ven. Yo sí que tengo frío... - Dijo en voz baja y cerrando los ojos.
- Voy. - Arthur se puso a caminar automáticamente y atravesó la habitación hasta llegar a la cama.
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¿Dónde está el amor? {SpUk}
RomanceArthur TOP Antonio BOTTOM -como que éstos se quieren o algo- Los personajes no me pertenecen, LoL