Capítulo 11. Despertares, perdón y un nuevo inicio.

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No sé dónde estoy. Escucho ruido a mi alrededor pero no quiero abrir los ojos. Sé que si lo hago las memorias de mil cosas desagradables comenzarán a aparecer en mi mente y no quiero. Me niego a ello. 

Por el momento la oscuridad detrás de mis párpados es más que cómoda. Está bien estar aquí. No hay preocupaciones ni problemas a los cuales enfrentarme. No hay dolor. No hay preguntas sin respuesta. Ni siquiera tengo que recordar mi nombre. 

Todo mi cuerpo está de acuerdo conmigo en que seguir en medio de esta nebulosa es lo mejor y me dejo llevar una vez más por esta bendita nada. No hay sueños tampoco. O eso es lo que creía hasta ahora porque en mi mente comienza a dibujarse la imagen de una montaña nevada. Hace frío. Camino entre la nieve, voy en ascenso por la montaña hasta ese lugar donde las luces de colores de la aurora besan la tierra. Es un lugar hermoso así que sigo caminando y ahí, debajo de todas esas luces está él, el lobo plateado. Él es el lobo solitario quien es rey y señor de la montaña helada. 

Mi corazón se llena de dicha al verlo. Sus ojos me miran de nuevo y sé que él estaba esperando por mí. Los verdes, azules y rosados de la aurora colorean su pelaje, es como si la luz estuviera arropandolo. No hace ningún sonido pero me llama a él. Me pide que diga algo, una sola cosa. Me pide que diga el nombre que sólo yo conozco, el nombre que liberará su poder, el nombre que nos unirá a los dos para siempre. 

Porque debe ser así, ¿verdad? Al mirarlo sé que él y yo somos parte del mismo destino. Hay algo antiguo y lleno de poder uniéndolo a mí. Él es mi guardián pero yo soy algo así como una llave. Yo he de liberarlo y nutrirlo. Yo soy la fuente de todo su poder. Pero no sé su nombre. No todavía. Sé que la palabra está en mi corazón pero ¿Cómo encontrarla? ¿Quién es él? ¿Cuál es el nombre? ¿Cuál? 

Mi corazón se entristece al darme cuenta de que no lo sé y justo cuando estoy a punto de llegar a él para tocarlo, mi sueño se desvanece. Una oscuridad pesada y fría me rodea y todo lo que prevalece es la mirada horrible y rojiza de los ojos de Seedum. Él no está acabado. Él volverá a buscarme. Él me advierte que la próxima vez, el lobo plateado no podrá hacer nada para detenerlo porque es débil. Es sumamente débil por culpa mía. La risa maligna de Seedum llena mi mente. Ahora mismo lucho por abrir los ojos pero no puedo. Esta oscuridad es demasiado pesada y yo no tengo fuerzas, no me quedan energías para luchar. 

Sin embargo, el sueño se termina. Vuelvo a escuchar los sonidos que provienen del sitio donde estoy. La oscuridad me ha dejado en paz por ahora. 

—¿Quién retiró su amuleto de él?— dice una voz preocupada y escucho el sonido de otra voz femenina diciendo que tuvieron que hacerlo para poder revisarme y atenderme según las órdenes del médico. 

—Lo siento tanto, señor Watthanasetsiri— dice la voz.

—No vuelva a quitarlo, ¿me oye? Por favor, que nadie vuelva a tocarlo. 

La voz femenina se disculpa de forma repetitiva y dice que las órdenes de alguien serán obedecidas al pie de la letra. El dueño de la voz preocupada se acerca a mí y ata algo a mi cuello y al hacerlo, los últimos restos de oscuridad se desvanecen y vuelvo a olvidarme del miedo. Estoy bien ahora, de hecho me encuentro muy bien y no vuelvo a soñar. 

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Hace calor. Mis pensamientos son más claros ahora. No sé cuántos días o cuántos siglos he estado perdido en mi nebulosa pero por primera vez en mucho tiempo me siento fuerte de verdad. 

Lo primero que noto sin abrir los ojos es que hay gente a mi alrededor. Alguien sostiene mi mano y el calor de sus dedos entrelazados a los míos es la fuente de la primavera que siento a mi alrededor. Hay alguien más aquí. Necesito saber quién es esta persona pero me sigue costando un poco de trabajo saber quién soy yo mismo así que sin abrir los ojos intento buscar dentro de mí la respuesta al misterio de mi identidad. 

SolitarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora