𝐄𝐋 𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐌𝐈 𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍
capitulo dos.Argentina no podía dormir, no importaba lo mucho que intente acomodarse en la cama, no lograba nada. Miraba el techo pensando en si tenía que salir de la cama para buscar algo de agua en la cocina, o agarrar su teléfono y perder el tiempo en el hasta dormirse sin darse cuenta. Suspirando pesado, pasó sus manos sobre su rostro y cabello, volteando su cuerpo a un lado para abrazar la almohada a su lado. Eso iba a hacer hasta que entre la oscuridad reconoció una gran silueta. Lo normal sería que grite, pero sabiendo quien era no le causó más que un pequeño brinco del susto que le dió.
— ¿Podrías dejar de verme mientras duermo? — le preguntó, sentandose en la cama y encendiendo la pequeña lámpara que tenía en el mueble a un lado de su cama. Mirando la hora en su teléfono, eran las tres de la mañana. — ¿Es tu hora para salir?
— Se podría decir que sí. — respondió, saliendo de ahí para acercarse a la cama. — ¿No puedes dormir, pequeño? — preguntó. Argentina negó. México solo sonrió, apoyando sus manos en la cama para acercarse al lindo rostro del menor. Mirándolo bien a detalle, dandole un suave beso en la frente.
— Necesito dormir.
— Lo sé, te ves cansado. Déjame ayudarte. — ofreció, acostándose en la cama para que pueda tenerlo cerca. — puedes dormir sobre mí si quieres, yo te ayudaré.
Argentina lo miró confundido.
— ¿Quieres que me acueste ahí? — preguntó, apuntando a su pecho.— Mmh. Vente, mi amor. — abrió sus brazos a él.
Argentina suspiró. Debía de estar loco porque aceptó en hacerlo, se acercó y se acostó. México solo apagó la luz, tapando a Argentina con la sábana, acomodando el pequeño cuerpo sobre el de él para que duerma de mejor forma. Tapando hasta la cabecita de Argentina, rodeándole con sus brazos todo el cuerpo.
Debía de admitir Argentina que se sentía bien. Era cálido y muy cómodo. Su mejilla levemente aplastada sobre el pecho de México, los ojos empezando a pesar, dando a entender que iba a dormirse en cualquier momento. Estaba funcionando. Bostezando suavemente, se quedó dormido en cuestión de minutos. No entendía como había sido tan efectivo el método de México, pero por lo menos lo logró.
México se encargó de sus pesadillas por lo tanto.
Argentina despertó por la mañana sintiéndose mejor. Sus pesadillas ya no eran tan malas, de hecho eran normales a comparación de las primeras que tuvo. No despertaba tan asustado o nervioso. Bostezando, se acurrucó en lo que pensaba que era su almohada, hasta abrir bien sus ojos y mirando que seguía sobre México. Se levantó de golpe, sentandose sobre el más alto quien despertó también.
— ¿Dormiste bien, pequeño? — le preguntó con aquella voz ronca y grave que mantenía por las mañanas, algo dormido también. Sus grandes manos yendose por las caderas de Argentina, moviendolo un poco sobre él. Sonriendo algo dormido al ver la expresión del otro. — ¿Por qué tienes esa carita, precioso? ¿Hay algo de malo?
— ¡Muchas cosas! — expresó, saliendo de la cama tropezando pero sosteniéndose de su cama. Mirando a México con el ceño fruncido. — ¿Por qué? ¿Por qué esa pesadilla?
— ¿Qué pesadilla?
— ¡Sabes cuál! E-esa dónde... Dónde... Tú estabas... Conmigo. — explicó sin poder completar bien su explicación. No iba a decirlo en voz alta.
— Oh. Mi amor, eso fue un sueño húmedo que tuviste conmigo, no fue de mi parte. — rió, sentandose en la cama para mirarlo. Se levantó, acercándose a Argentina. — ¿Acaso no te gustó?
— No.
— La marca húmeda en tu pantalón no dice lo mismo. — se burló, mirando hacia abajo a la entrepierna de Argentina. Le revolvió el cabello, saliendo de la habitación.
Si pudiera matarlo, Argentina ya lo hubiera hecho.
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𝗘𝗟 𝗗𝗘𝗠𝗢𝗡𝗜𝗢 𝗗𝗘 𝗠𝗜 𝗛𝗔𝗕𝗜𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 ! mexarg
FanfictionMudarse era ya una situación estresante, dónde lo único que quieres hacer al final es acostarte y dormir más de ocho horas, o al menos eso era lo que Argentina quería hacer al terminar de desempacar; lo único que logró esa noche fue un encuentro con...