La carta misteriosa

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Era una calurosa tarde de verano, y en cierta agencia de detectives se encontraba un veinteañero, de cabello rubio con las puntas rojas, organizando los informes que se  encontraban en su despacho.

- ¡¡QUE CALOR!! ¡¡ASÍ NO HAY QUIEN TRABAJE!!

Rengoku se levantó de su asiento y empezó a dar vueltas por la sala para ver si encontraba algo que pudiera ayudarle a refrescarse, pero lo único que podría ayudarle sería tumbarse en el suelo.

Se quedó absorto mirando hacia el suelo panteandose si tumbarse en el o no pero, de repente, alguien llamó a la puerta del rubio, dejando ver a un joven de cabellos burdeos con una carta en mano.

Rápidamente el rubio volvió a su sitio e intentó actuar como si nada cogiendo uno de los informes y haciendo como que lo leía; hubiera sido una gran tapadera de no ser porque lo estaba cogiendo al revés.

-Oh, joven Kamado ¿En que puedo ayudarle? Justo me pillas revisando los informes.

-Si, y... ¿Los lee boca abajo por gusto propio o por alguna otra razón en especial?

El mayor guardó los papeles que tenía en mano, avergonzado por la imagen que acababa de darle a su aprendiz.

-Verá, acaba de llegar esta carta y creo... que debería echarle un vistazo.

El rostro del joven mostraba precocupación. El rubio, haciéndole un gesto al contrario para que le entregara la carta, comenzó a revisarla. Abrió el sobre y comenzó a leerla.

A medida que iba avanzando la lectura su habitual sonrisa fue desapareciendo. La releyó varias veces para ver si había entendido mal, pero esta era terriblemente esplícita dando absolutamente todos los detalles del caso al que se enfrentaban.

El rubio no daba crédito, más de doscientas desapariciones... ¡¡EN UN TREN!!

Tenían que estar de broma, no solo por el descabellado número de desaparecidos, si no que tambien por el hecho de que no contactaron antes. Con una sola desaparición ya era motivo de preocupación; con diez ya deberían haber contactado, pero con doscientas ya era pasarse. Sonaba como una broma de mal gusto.

- Quien envía la carta?- Preguntó el rubio, mirando con preocupación a su aprendiz.

-Es completamente anónima. El señor Ubuyashiki fué quien mandó que se la entregara a usted.

-Ya veo... Bueno, joven Kamado ¿Que le parecería ir a  resolver un misterio  en un tren?-Preguntó el veinteañero recuperando su sonrisa de siempre.

- ¿Eh?- El joven estaba confundido, el no había leído la carta, pero el solo hecho de que el señor Ubuyashiki, el dueño de la agencia y mayor autoridad en ella, fuera quien la encomendara a su mentor, quería decir que el asunto trataba de algo grave.

-¿Y bien?- Seguía insistiendo el rubio.

El menor acabó accediendo. ¿Como negarse a resolver un misterio en un tren? Además, siempre pensaba en su hermana menor Nezuko. No soportaría que un día le dieran la noticia de que su única familiar viva hubiese desaparecido o la hubiesen encontrado muerta. Era por eso que se le partía el alma cuando veía los rostros desesperados de los familiares de las víctimas (ya sean padres, amigos o parejas) al enterarse de que jamás podrían volver a ver a esa persona que fué tan importante en sus vidas. Por eso no le gustaría ni imaginar como sería su vida sin su querida hermanita, ya que el no se veía con las fuerzas suficientes para pasar página. Otra vez no. Después de que sus padres y sus otros hermanos murieran asesinados por un oso.

-¡PUES MUY BIEN!- Exclamó alegre el rubio- Por hoy puede retirarse, y yo le recomiendo que vaya preparandose para el viaje, saldremos dentro de dos días.

El mejor detective: El asesino del tren interminableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora