El invierno había llegado, y con él, el cielo había adquirido esas tonalidades grises que presagiaban tormenta. Las nubes se movían con el viento helado, más parecidas a manchas de acuarela expandiéndose con el agua oscura que a las grandes masas de vapor condensado. La ciudad de Taika lo notaba, era indudable. Todas las brujas y brujos habían desempolvado los abrigos y las bufandas que llevaban tantos meses guardados para protegerse de ese ambiente helador. Kibibi había decidido sentarse en ese banco en el que se habían sentado Kat y ella el día en el que habían intentado conseguir la cuenta de la maestría de Conjuración. La piedra estaba fría al tacto, pero las ganas de sentarse eran mayores al frío que la cubría por completo. Los pequeños copos de nieve se habían quedado pegados a su pelo rizado y a lo lejos podía pasar por un árbol de Yule si adornaba un poco más su sombrero de bruja.
—Malditos copos de nieve. ¿Es que no saben irse a otra parte? —refunfuño Kibibi mientras intentaba sacar de la pantalla de su espejo toda el agua que se había quedado encima de su superficie al derretirse los copos de nieve. La imagen distorsionada de Kat apareció en el centro del marquito dorado.
—¡Kibibi! ¿Se puede saber dónde estás? —preguntó Kat. De fondo se podían escuchar algunos tintineos que Kibibi no supo identificar.
—Acabo de llegar. Estoy sentada en el banco de siempre, debajo de los almendros —le respondió—. Nunca pensé que ir en escoba con una nevada de estas características fuese tan complicado. Casi no veía el hechizo astrolabio y el pelo se me ha llenado de nieve.
Kat se rio al ver a Kibibi sacarse de la boca un rizo helado que se le había metido a traición.
—Sigo sin saber por qué usas esa escoba, con lo cómoda y calentita que irías en burbuja...
—¡No empieces con lo mismo que Sunwoo y Sunmi! Ya me llega con ello dos diciéndome que soy una vieja...
—Parece mentira que te pueda ver refunfuñar desde aquí aun estando tan lejos.
Kibibi se sorprendió. Miraba para todas partes pero no veía a su amiga por ninguna parte. De repente, vio un pequeño brazo enfundado en unos guantes granates saludarla desde detrás del escaparate de Holly Moon Café. Guardó su espejito al instante y se encaminó hacia la puerta del local. Varios valientes se habían atrevido a ponerse en la terraza, sentados en esas sillas moradas con forma de pétalos de flor que ya tan familiares se le hacían. La puerta se abrió con un leve chirrido y el retintín de unas campanitas que atrajeron la atención de Kat.
—¡Kibibi! ¡Ven!
Su amiga estaba sentada un poco más allá junto con Emma y Lilith. Kat se acercó hasta ella para llevarla de la mano hasta la mesa, y las otras dos chicas la saludaron con la mano.
—Madre mía, ¿qué te ha pasado? Parece que acabas de combatir con el mismísimo hombre de las nieves —añadió Emma con una leve risa socarrona.
—Creo que no te hace falta que te lo diga. Míralo tú misma en mi mente, no me apetece contártelo.
Emma sonrió todavía más, aguantándose la risa con la mano en la boca. Kibibi supuso que vio como se chocaba con las ramas de aquel árbol o como se resbaló cuando aterrizó con la escoba. Cuando se sentó con las demás, se fijó en la silla libre de la cabecera y miró en todas las direcciones. El gesto no pasó desapercibido para las demás.
—Si te preguntas dónde está Shin, todavía no ha llegado. Supongo que es tan puntual como su reina cristalina —Emma recalcó esas dos últimas palabras, dándole un énfasis teatral. A su lado, Lilith no pudo esconder el esbozo de una sonrisa.
—Te he dicho que vieses en mi mente cómo he hecho para acabar así de empapada pero nada más, que yo sepa.
—No hace falta leerte la mente para saber en qué estás pensando o, más bien, en quién.
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MI REINA CRISTALINA
FantasyEste es un pequeño one shot que he escrito sobre el libro Royalty Witches: La Esencia de la Aurora, creado por Laia López y Alena Pons y publicado aquí en España por Editorial Astronave. En esta pequeña historia los dos protagonistas son Kibibi y Sh...