XIX

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"Y al final de aquel camino extenso...

Se elevan,

sin alma,

sin gracia.

Resuenan sus gritos silenciosos.

Los espíritus caídos siguen,

desesperados,

hacia delante.

En búsqueda de salvación divina...

Siguen.

Y al igual que nosotros,

resultan perdidos en su destino,

embriagados de sed,

cegados de oscuridad".

El enemigo estaba vivo, claro, ¿cómo el villano podía morir tan fácilmente?

Pero, sí, lo hizo, murió. Ante los ojos de la A.I.S, lo había hecho, sin embargo, ¿una mente tan brillante como la de ella podía dejar de respirar por un simple disparo en el pecho? Había entrenado a la perfección a aquellas dos enfermeras que claramente murieron luego de salvarla. Sin embargo, al abrir los ojos, en vez de agradecer el seguir con vida, ella solo pensó en sus experimentos.

Su cuerpo había tardado en recuperarse de forma "tradicional", porque a diferencia de sus creencias y fe hacia su medicina, ella se negaba rotundamente a utilizarla, jamás mancharía su cuerpo con esas drogas, la Dra. Rose era perfecta tal cual había nacido, y pese a que su vida había corrido  riesgos numerosas veces, sabía que lo lograría, sabía que Dios le permitiría seguir adelante para terminar cada uno de sus proyectos.

Lo primero que hizo cuando la furia aún seguía caliente en su cuerpo fue deshacerse de aquella agente que se había hecho pasar por enfermera, una simple jovencita de diecisiete años para nada especial que solo funcionaba como oídos para su enemigo: Isabella Davis.

Esa niña asustadiza había ayudado a sus experimentos a escapar, la inútil incluso le había comunicado a Zoe hacia dónde dirigirse y tomar contacto con la A.I.S porque a pesar de que ante la mirada de los demás solo era una simple enfermera, su estupidez la llevó a un camino mucho peor que la muerte.

Mientras las alarmas sonaban y ella se encontraba arrodillada frente al cuerpo inerte de la doctora, presionando con falsa fuerza la herida, intentó pensar en qué hacer. Nada iba de acuerdo al plan, al contrario, ella jamás tenía que decir una palabra, siempre debía dar un paso hacia atrás. No era una verdadera agente pese a que los demás le habían otorgado ese nombre para que una menor de edad pudiera entrometerse en algo tan peligroso.

Sus ojos lagrimosos apenas podían ver sus manos manchadas de sangre, sus uñas mordidas comenzaron a arder cuando se decidió por presionar donde le habían disparado a Rose, sin embargo, la desesperación solo la desequilibró, se encontraba dentro de una pesadilla. No dejaba de temblar, la pequeña coleta castaña se deshizo, y tanto su cabello como su uniforme celeste terminaron cubiertos de sangre.

El cubrebocas se encontraba completamente húmedo debido a su acelerada respiración y palabras entrecortadas que salían de sus labios. −¿¡Qqu-é se supone...!? ¡N-no! ¿Qué...?

Y frente a sus ojos, los vio, la puerta se abrió con rapidez y los pacientes salieron de aquella habitación. Nunca comprendió exactamente porqué hizo aquello, ¿por pena? ¿Un segundo de valentía y lucidez? Por un momento, olvidando que Rose la observaba pese a estar inconsciente, los ayudó.

El infierno de Lilith| 2 | Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora