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By Andreas


Jungkook estuvo increíble. Fue rápido, conciso y letal al golpear, como un cazador corriendo detrás de un oso salvaje. Se tiró encima del enemigo en cuanto lo vio, sin dar explicaciones a nadie, corrió manzana tras manzana, saltando bancos y verjas hasta alcanzar a su enemigo y una vez frente a él, sus piernas volaron sobre el asfalto y delante de toda aquella gente lo embistió con el hombro tirándolo al suelo de espaldas.

Cuando yo llegué, Jungkook ya estaba encima de él, agarrándolo por la camiseta sudada y obligándole a levantarse o, al menos, a incorporarse lo suficiente como para que pudiéramos verle la cara. Ricky y yo retrocedimos, asqueados, al reconocer el rostro lleno de cicatrices de arañazos y restos de puños despiadados del antiguo líder de los Arios, el que se llamaba a sí mismo Kim Jung-un. Aunque Namjoon se mantuvo en todo momento cerca de Jungkook, resultaba obvio que aunque él no estuviera para protegerle nuestro líder no apartaría la navaja del cuello de aquel desgraciado ni aunque le amenazara con una pistola.

—Vaya, Capitán… qué sorpresa más agradable. – Kim sonreía, con su cabeza rapada abultada por el golpe. Jungkook dejó ver su sonrisa más despiadada mientras lo obligaba a levantarse y le empujaba hasta acorralarlo contra la pared del callejón más cercano para no llamar tanto la atención.

—Ricky, vigila. – ella asintió y apoyando la espalda contra la pared, dejó salir su cabeza de entre los estrechos muros.

—No sé qué he hecho esta vez, Capitán. Te juro que no he vuelto a intentar quitarte tu terreno. Desde que dejaste que aquellas putas y amigos tuyos me dieran semejante paliza, no he vuelto a involucrarme con bandas callejeras, lo juro. – le observé detenidamente, buscando cualquiera signo de engaño en su tono de voz. Le vi seguro de sí mismo, demasiado sonriente también. Parecía incluso feliz de ver a Jungkook e incluso se atrevió a dirigirle una mirada de asco a Namjoon antes de que Jungkook le sacudiera de nuevo y le hiciera chocar contra el muro con renovada fuerza. Lo soltó, pero no le quitó el ojo de encima.

—Andy ¿crees que dice la verdad? – me preguntó. Yo dudé.

—Está sudando. Te tiene miedo.

—Oh, eso ya lo sé. Todo el mundo me tiene miedo. – sonrió. — ¿Por qué? Si soy un trozo de pan. Te dejé escapar aquella vez ¿recuerdas? Si yo me hubiera encargado de ti tal vez hubieras acabado peor, Rey de los cerditos oing, oing. – Jungkook imitó a un cerdo, burlándose y como si el “Kim” fuera amigo suyo de toda la vida, le dio un par de golpecitos en el hombro amistosamente. — ¿Qué tienes que contarme? Vamos, sé que es un secreto muy gordo. Si me lo cuentas te dejaré ir como si nada. Hoy me siento generoso. Habla. – Jungkook me tendió la mano con una sonrisa traviesa y yo le di el último porro que me quedaba y el cual le tendió a nuestro enemigo. Él lo cogió, sin saber muy bien qué hacer con él hasta que Jungkook se lo encendió con un mechero, haciéndose el amistoso con él.

—¿Tú no…? – preguntó él y Jungkook negó con la cabeza.

—Lo estoy dejando. Bien, ahora que estás más relajado me vas a contar un par de cosillas ¿verdad?

—Si me sigues tratando igual de bien… — pobre desgraciado. ¿No sabía cómo actuaba Jungkook? Las mejores horas de su vida antes de mandarlo directamente al infierno, así actuaba él, sutil, buscando el daño psicológico y luego, el físico.

—Por supuesto. Si es muy largo de contar te invitaré a un par de copas y a una raya. Te metes rayas ¿no? puedo darte las que quieras. – Jungkook miró a Namjoon, que cargaba con la coca escondida en su bolsillo con cierto asco. No le gustaban las drogas, pero cada quien era libre de meterse lo que quisiera, esa era su filosofía. Le enseñó a nuestro enemigo una papelita lista para consumir y "Kim"asintió, feliz por la atención brindada. – Y ahora que estamos todos mucho más relajados… me vas a hablar de algo de lo más interesante ¿no?

Muñeco AcabadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora