Nia se giró hacia las señoras que esperaban y les llevó las tres humeantes tazas de café a la mesa donde estaban reunidas. Luego de que cada una de ellas le apretara las mejillas, llenaran de cumplidos, y le recordaran al menos diez veces mandarle saludos a su padre, se despidieron y siguieron su camino por la acera, hablando tan alto que podía escuchar sus voces atravesando la puerta.
Se apoyó en la barra y echó un vistazo al espacio en busca de algo en que ocuparse, pero no encontró nada. Todo estaba perfectamente en orden, las sillas y mesas estaban en sus lugares, ya había regado las plantas, y los ventanales estaban relucientes.
El día se sentía muy lento. Fuera, el clima era pegajoso y abrumador, las calles estaban vacías, al igual que los negocios. Tal vez era feriado, y ella no se había enterado de nada. Lo cierto es que no le sorprendería si esa era la explicación a la falta de gente en las calles un martes por la mañana.
Su mente le hizo recordar la vez que fue a clases y el colegio estaba completamente cerrado porque el año escolar ya había terminado. Le dio vergüenza solo de recordarlo.
Pausó la suave música que sonaba por los altavoces del café y la cambió por su playlist favorita, una mezcla de todas las canciones que le hacían sentir bien y con las que el tiempo se pasaba volando.
Le dio la espalda a la puerta y se sentó en el piso detrás de la barra. Pensó en cerrar el café por el resto del día y marcharse a casa, donde la esperaban su padre y su gato, Roberto.
Apartó la idea rápidamente al recordar las facturas que aún tenía por pagar de las hormonas. Desde que había empezado su transición, se sentía mucho mejor, y con más confianza en sí misma. Su padre la apoyaba en todo, como siempre. Pero ahora le habían reducido las horas en el trabajo, así que Nia debía trabajar más tiempo para poder pagar los gastos. Sabía que a su padre le molestaba no poder ayudarla más, pero ella le dijo que no se preocupara, que ella se encargaría.
Y eso era lo que estaba haciendo. Pero en ese momento, la falta de clientes y las cuentas que debía pagar empezaban a hacer eco en su cabeza, así que buscó concentrarse en lo primero que vió. El libro de repostería que su padre le había comprado cuando abrió el café.
Lo tomó del interior de la barra y lo apoyó sobre sus rodillas. Abrió el pesado tomo, pero no le dio tiempo de leer ni una sola receta. La campanilla de la puerta tintineó, atrayendo la atención de Nia.
—¿Hola? —dice dudosa una voz femenina desde la entrada.
El sonido de sus pasos, y el roce de la silla sobre el parqué le confirman que alguien ha entrado al café. Nia se incorpora sobre sus rodillas y echa un vistazo sobre la barra. Hay una chica de cabello rizado en una mesa, de espalda a ella. Aunque no logra ver mucho más que su cabello y la chaqueta de jean que lleva puesta siente un cambio en el aire, algo chispeante.
Se acomoda el flequillo rojizo con la mano y comprueba su reflejo en el acero de la máquina cafetera. Comienza a acercarse a la chica con libreta y lápiz en mano para anotar su pedido, y siente que cada paso que da es como flotar sobre una nube.
Desde que entró notó el olor a frutos cítricos que desprendía entremezclándose con el intenso olor de los granos de café tostados.
La recién llegada no se da cuenta al principio de que Nia está a su lado, sino hasta que esta se aclara la garganta, intentando llamar su atención.
La chica levanta la mirada y al principio se ve confundida al no entender qué hace esa chica mirándola fijamente, hasta que nota el delantal negro que lleva puesto y la pequeña libreta que sostiene en sus manos.
—Hola, soy Nia. ¿Qué puedo servirte? —preguntó la pelirroja.
La chica en la mesa la miró con sus inmensos ojos grises antes de apartar la mirada y acomodarse unos rizos tras la oreja. Se centró en la carta, mientras en su interior chillaba por lo linda que le parecía la chica. Se tomó unos segundos, aunque ya sabía perfectamente qué iba a tomar, siempre tomaba lo mismo.
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Un café y Magdalena
Short StoryUn peculiar pedido llevará a dos chicas a conectar gracias a su amor por el café. Esta es una historia de risas, bailes y la mejor bebida del mundo uniendo a dos personas maravillosas. Después de todo, el café une a las personas.