...
—Necesito que por favor llenes esto. Debe estar listo para la reunión de mi padre dentro de dos días, ¿puedes hacerlo?
Dalia arqueó una ceja. Jamás le había quedado mal en una petición al director y aun así continuaba haciendo ese tipo de preguntas.
—Lo tendrá mañana, director.
Umberto esbozó una sonrisa socarrona al ver esa expresión segura con la que se había dirigido a él.
—Mi padre está muy conforme con tu trabajo. Y a decir verdad yo también. No creí que fueras tan eficiente.
—¿Es porque usaba un horrible traje de oficina cuando me conoció?
El chico había soltado una carcajada. Descubrió que Dalia también sonreía y fue como si su corazón se detuviera de golpe. Umberto no era ajeno a su belleza y sus encantos. Después de algunos meses la joven había despertado en él un sentimiento que desconocía, su relación con ella se había convertido en algo cercano, tanto que sentía que podían hablar de cualquier cosa y simplemente encontraba en su compañía una tranquilidad inexplicable.
—Aun sigues teniendo un pésimo gusto. Pero al menos las telas se ven de mejor calidad.
—Se lo diré a mi sastre —continuó, haciendo un mohín mientras iba hacia la estantería de la oficina del presidente a colocar un cuaderno de cotizaciones.
Era su oportunidad. Sabía que era el momento de decirlo, pero realmente no sabía si tendría el valor.
— Dalia... —dijo carraspeando ligeramente—. Yo...quería preguntarte algo.
La chica había detenido su labor cuando de pronto escucharon que alguien se dirigía hasta ellos.
—Umberto, hijo. —Una mujer castaña con un rostro divino había aparecido, se acercó a el joven besando sus dos mejillas—. Busco a tu padre. No sé por qué no me contesta su teléfono y al parecer sigue sin asistente.
Dalia colocó la carpeta sobre el estante. Había pasado todo el día en la oficina acomodando los archivos sin estar al pendiente del teléfono. Sabía que a Guillermo no le molestaba en absoluto, le había escuchado decir en más de una ocasión que entre menos citas tuviera agendadas mayor era su tranquilidad.
A Gloria no le tomó mucho tiempo percatarse de la presencia de esa señorita. Tenía un rostro precioso, buenas curvas y un delicado talle de cintura. Lucía como la clase de mujer que volvería loco a cualquiera. Y por lo que había visto su hijo no era la excepción.
—Tengo que irme. Prometí llegar a la asociación antes del mediodía. Dile a tu padre que se comunique conmigo cuanto antes.
La mujer se despidió de su hijo. Fue como si Dalia fuera solamente parte de un adorno más de aquella oficina. Había sido un gesto grosero, pero no le importaba. Durante toda su vida solitaria había aprendido a lidiar con ese tipo de desplantes, nada que no pudiera superar.
—Lo siento —se disculpó el joven, después de la abrupta interrupción de su madre.
—No te preocupes. Volveré a mi lugar.
Dalia caminó de regreso a su escritorio. Mientras que Umberto le seguía con la mirada. No supo en qué momento había pasado, pero ahora era como si sus ojos no pudieran ver a nadie más que a Dalia Talamantes. Un naciente amor se anidaba en su corazón con insistencia.
***
Seis meses habían pasado desde su ingreso como asistente a esa prestigiosa empresa. Las cosas marchaban más que bien, ganaba lo suficiente como para cambiarse de departamento y adoptar un perro más, pero su intención era ahorrar lo necesario para finalmente iniciar un negocio propio que tenía en mente desde hacía años.
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Adiós, Diciembre
Romance"Hay que aprender que para sanar una herida, tienes que dejar de tocarla" Emilia Navarro es la presidenta del prestigioso corporativo 24/7. Hija de una relación extramarital, tiene que aprender a sobrevivir bajo el yugo familiar de quienes intentará...