Capítulo 28 Hasta sangrar.

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No podía quedarse quieto a esperar a que dejara de respirar, tenia otros asuntos más importantes, como el glyfaliano que logro escapar, sujeto su lanza, decidido a terminar con todo esto, aun debía de encontrar a Emily, aunque sabia que ella podía cuidarse sola, sabía que Verónica hubiera querido que persiguiera al mensajero, su seguridad dependía de ello, tuvo que luchar contra el instinto inmenso que tuvo por proteger a su amada, tenía que confiar.

La mujer rubia seguía agitando los brazos sin parar, siendo el objetivo de los guardias, la miraban entre risas y murmullos de odio, como si les divirtiera el daño que pensaban hacerle en cuanto la tuvieran en sus enormes brazos, pero eso no debía importarle, los alejaría hasta que se cansara. Sin embargo, su rostro cambio al notar que su hermana le imitaba, arrojando escombros del techo de la cabaña que arrancaba desesperada, por las mismas razones que la rubia, ahora trataba de que se acercaran a ella. Uno de los grandes guardias comenzó a molestarse al recibir la mayoría de los golpes que la mujer del tejado le provocaba, "¿Qué estás haciendo? no, no, no" susurro la chica del árbol, queriendo que sus ojos le mintiera, que le mintieran de ver a su hermana entregarse a una muerte segura solo por pensar que era la única manera de ayudar.

Lenbem, uno de los guardias, se giro crujiendo sus dientes, su temperamento era algo de lo que nadie debía de atreverse jugar o lo lamentaría, se había encargado de que su nombre resonara por los rincones de Glyfalia por esta razón, y era cada vez más notable en sus quejidos, se asemejaban demasiado a gruñidos. Las palmas de sus manos sangraban de la fuerza con la que apretaba sus puños, esa mujer estaba gritando en su muerte, sabía perfectamente que su corazón gritaba, pero su boca no podía hacer más que temblar; la paciencia de los guardias se había terminado, dándose media vuelta, echando a correr con brusquedad directo a la cabaña. 

Aquella acción, fue como si dos manos le apretaran el corazón tan fuerte que no le dejaban imaginar otra cosa que no fuera su hermana envuelta en garras, tenía tantas ganas de llorar por el encierro de sus decisiones que olvido de pronto al tercer guardia, mismo que estaba decidido en bajarla del árbol. Sin embargo, no hubo necesidad de hacerlo, pues a una velocidad que ni ella conocía, tomo un trozo de tela que estaba a punto de desgarrarse de su pantalón y lo rompió, sin importarle en lo absoluto la desigualdad de su ropa, lo enrollo en su palma de su mano, sin pensar cual era la mejor opción, ahora, con su mano protegida se arrastro en el tronco del árbol para bajar mas rápido, hiriendo sus dedos y brazos mientras descendía, ignorando el dolor sintiendo como su piel hervía de furia observando su objetivo de dos metros y de pelaje negro. Los dedos le goteaban de sangre, punzaban, pero eso no importaba.

A unos tres metros de llegar hasta el suelo, dejo su agarre en el viento para por fin defenderse cara a cara. Y aunque no cayo completamente de pie pudo recuperarse rápido, corrió sin perder el tiempo en dirección al guardia que venía tras ella, si quería defender a Verónica, primero debía deshacerse de él; ese glyfaliano le miro con la misma ira que la rubia tenía en sus ojos, la cual ardió en cuanto él mostro una sonrisa, estaba convencido de que una simple mujer no podría dar si quiera un minuto de pelea en su contra, mucho menos una humana. Tenia tres meses de salario corriendo hasta él, solo bastaría aturdirla y llevarla hasta Carolina, después de todo, la pandilla de Erick estaba saliendo por voluntad propia.

—¡Ja! esto será más fácil de lo que esperaba — afirmo acomodándose el cabello —una inútil haciendo señas a los cuatro vientos, una rubia pequeña entregándose y un hombre que al menos está peleando ¡La pandilla perfecta ¡—seguía burlándose, expresándose con sus manos mientras reía. Mirando como esa mujer de coleta de trenzas parecía no sentir nada mas que odio, algo comenzó a brillar en su pecho, tanta claridad y rareza que pronto su sonrisa se borró —... ¿Qué es eso?

Fue tarde para escuchar todas sus dudas, apenas si logro interponer su lanza contra la de la rubia antes del impacto, fue un golpe tan fuerte e inesperado que logro lanzarlo metros atrás con esa pequeña envestida, haciéndolo dejar rastro de su recorrido con su columna, los pastizales pronto tenían un camino muy visible para recorrer, y lo aquel, lo estrenaría Emily.

Glyfalia. "El Libro Perdido"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora