By Jimin—Esa es demasiado brillante… ¿esa? Demasiado oscura… el diseño de esa no acaba de convencerme y ésta es muy grande para mis dedos. Sobresale demasiado. Oye, ¿qué te parece ésta? Es tan elegante y sofisticada…
—Yo las veo todas muy bonitas, Esme. Geniales pero, ¿no deberíamos hacer esto cuando salgamos del trabajo? – Esme suspiró. Su expresión se llenó de arrugas que mostraban su irritación ante mis palabras.
—Jimin, te he traído aquí para que me ayudes a escoger las joyas del día de mi boda. A ti, sólo a ti, ni a mis hermanas ni a mis amigas. ¿Tienes idea de lo importante que son las joyas de la boda para una mujer? Espero que no me hagas arrepentirme de haberte elegido a ti. – dócilmente, acongojado por la agresividad que mostraban las mujeres de Busan, asentí. Podía estar volviéndome un poco más rudo en la forma de actuar y de hablar con los hombres, pero desde luego seguía sin tener ni idea de cómo abordar a una chica de Busan. Eran tan diferentes a las de Seúl… tan seguras de sí mismas y capaces de tumbar a un camionero de un puñetazo. — ¡Aisss, esta es divina! ¿Qué te parece, Jimin? – observé la gargantilla que Esme me señalaba a través del cristal del mostrador. Era de oro, elegante, con incrustaciones de oro blanco cada dos centímetros. Su forma era sencilla y perfecta para una boda, pero no me gustaba nada.
—Bueno… prefiero la plata. La plata pega más con el vestido de novia ¿no? – Esme pareció pensárselo seriamente.
—Tienes razón. Nada de oro… mejor oro blanco.
—¿Tiene que ser oro a la fuerza?
—¡Por supuesto!
—Es mucho más caro.
—¿Y qué? ¡Voy a casarme! Hay cuatro cosas primordiales para una novia el día de su boda. Necesito algo prestado, algo nuevo, algo viejo y algo azul. ¡Un collar de oro blanco hará juego con los viejos pendientes de mi madre! La diadema que Julia compró en Italia hace unos años será mi regalo prestado y tengo intención de usar el lápiz de ojos azul claro que compré la semana pasada. ¡Quedaré divina! – vociferó, dando brincos en mitad de la joyería. Varias personas se giraron y cuchichearon sobre mi amiga, que en ese instante giraba como una peonza alrededor de los mostradores de la cara joyería. No tenía ni idea de cómo iba a pagar las joyas que comprara. Tendría que jugarse el sueldo de dos o tres meses enteros.
—Esme ¿puedes pagar algo tan caro? – le pregunté. Ella sonrió de oreja a oreja.
—¡Por supuesto! ¿Lo dudabas? Mis padres me han enviado dinero extra desde Francia para que vaya preparando la boda. Pienso fundir la tarjeta de crédito.
—Ah, y… ¿cuándo vienen tus padres? – refunfuñé, pensando que debería ser su madre quien la ayudara a hacer las compras para la boda. ¡Yo ya empezaba a cansarme de cargar con los vestidos y complementos de sus dos hermanas! Los brazos me temblaban después de cargar con los zapatos, los vestidos y demás durante dos horas seguidas.
Esme tardó un rato en contestar, ensimismada en un collar egipcio con piedrecitas brillantes.
—Vendrán el día de la boda y luego se irán a Francia otra vez. Sienten curiosidad por saber con quién voy a casarme; por eso quizás vengan un día antes, aunque lo dudo.
—Para, para… ¿Sienten curiosidad? ¿Es que no conocen a Yoongi? – Esme negó con la cabeza, como si estuviera preguntando una tontería.
—¡Claro que no! ¿Crees que mis padres vienen mucho por Corea? La última vez que los vi fue hace dos años, en Navidad. – me quedé con la boca abierta. Pero ¿qué clase de padres tenían a sus hijas abandonadas en otro país y no se molestaban en hacerles una visita ni con motivo de boda? ¡Vaya mierda de padres!