Ficción.

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Escribir sobre relaciones amorosas es fácil. Mucho drama, mucha fantasía. Sólo se necesita a dos o más personajes en un delirio frenético del cual nunca ven un final, como si mantuviesen el tiempo suspendido en el preciso instante en el que todo es perfecto, el cielo es azul, las rosas son rojas y todo suena más bonito. La estructura es simple, persona A conoce a persona B. Persona B mueve el mundo que persona A cree conocer, algo absolutamente nuevo que nubla su juicio por una mezcla extraña de químicos cerebrales y ganas de coger. Puedes ponerle unos cuantos encuentros y una o dos discusiones que ayudaron a fomentar las bases de un felices para siempre. Los percances siempre tienen que ser externos, nada que les derribe la terrible fantasía en la que estaban, donde ninguno caga y tampoco respira algo que no sea su aroma. Yo disfruto mucho de describir la ruptura, me gustan las sensaciones de desesperación que te inmovilizan, el vértigo que siento al mirar el texto porque por más que quiera desligarme de mí, algo de los personajes soy yo, fui yo o quiero ser yo. Porque puedo entender más la situación, entiendo a mis personajes e intento organizar el completo caos en el que me encuentro, imagino a mis personajes, imagino sus formas, sus gestos, su tono. Los puedo ver y quisiera ser su amigo pero los odio, odio cuando reflejan esas partes de mí que resuenan en el subconsciente. Por más que me planteo como puede empezar la ruptura, los puntos en los que la relación flaquea me es imposible notarlo, porque puede que siempre todo estuvo mal, como cuando no lo sé. Personaje A hizo un gesto de desaprobación a personaje B a la segunda cita, cuando personaje B mostraba signos de desconfianza para algo más formal y personaje A buscó el consuelo en los brazos de personaje C. Ese es un reto absoluto, porque ¿Cómo saber qué es lo que piensa A?¿Qué hay de B? ¿Y C? ¿Cómo resuelves eso? Podemos creer que A y B tienen una plática en la que notan que las cosas ya no funcionan, donde se recuerdan lo mucho que se quisieron y celebran los buenos momentos para después reflexionar con el tiempo y crecer en el futuro como individuos, pero ¿Quién carajos hace eso? No, seguramente lo primero que pasaría es que personaje A se buscara mil y un defectos antes de hablar, se hizo un plan elaboradísimo de un montón de problemas que sólo pasaron en su mente, situaciones retorcidas que llenan esos espacios en blanco que pudieran significar algo trascendental o que pudieron no significar nada, nada más que memoria desperdiciada en algo inútil, B seguramente hará algo estúpido para solventar sus carencias emocionales, lo que sea, no importa porque lo mejor será no pensar en ello, porque lo mejor sería ir a su casa a una hora inoportuna a gritarle que es lo peor del mundo, que le repudia el sólo hecho de haber desperdiciado tanto tiempo en una relación que sólo le dejó un vacío más grande del que encontró para que A empezara a llorar mientras destapa una botella de lo que sea para después arrojarla al suelo en un acto de desesperación porque ya no soporta más su cabeza, porque ya no puede más, ya no encuentra ese consuelo que sólo hallaba en sus brazos, porque juntos, abrazados se sentían protegidos de todo y de todos, porque regresaban a ese punto en donde querían que el tiempo se parara para pasar una eternidad juntos con el tiempo suspendido, porque quieren calmar esos dolores difíciles, esos dolores del alma que sólo se alivian con engaños que uno se hace a sí mismo. Entonces A y B encontrarán la cura a todos sus males, esa cura milagrosa que se llama memoria, en la que recordarán todas las cosas buenas que tenían sólo entre ellos y olvidarán todo lo demás para volver a empezar y así en un ciclo sin fin, hasta que uno mate al otro o hasta que se cansen. Me es difícil escribir historias de ruptura pero que bonitas son las historias de amor. 

Cuentos de un adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora