El tiempo es oro

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[[LEONARDO P.O.V]]

Corría por los tejados lo más rápido que podía. Sólo faltaban unas manzanas para llegar donde me esperaba. Me sonrojé. Había quedado con ella para vernos. Nada más. Sólo ella y yo. Sentados en un tejado. Viendo las estrellas. Aprovecharíamos que el cielo estaba despejado. Juntos. No era una cita ni nada parecido. Pero, entonces... ¿Por qué estaba tan sonrojado y preocupado?

Clara era linda y dulce. Muy buena, simpática, amable, sencilla y, lo mejor de todo, se emocionaba conmigo cuando veía Space Heroes. Por eso y un millón de cosas más era mi MEJOR AMIGA. NO mi NOVIA.

Suspiré lentamente y me ruboricé un poco más.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que no vi que el edificio se terminó.

Mi pie pisó el borde y, el otro, el vacío. Asustado, intenté agarrarme a la nada y caí. Por suerte, aterricé en un contenedor abierto... Bueno... Por "suerte". Iba a llegar apestando a basura y con trocitos de cáscara de plátano y cosas pegajosas que prefería no identificar.

Un poco adolorido y asqueado, revisé mi T-Phone. Ningún mensaje. Antes de salir, avisé a Sensei así que no había problema.

Miré la hora. Las once y veinte. Me repuse de un salto y volví a mi carrera. Llegaba veinte minutos tarde. No era mi problema si tuvimos que recoger el intento fallido de Mikey de hacer la Torre de Pisa con pizzas... "Ahora que lo pienso... Muy ingenioso, hermanito. Muy ingenioso", reí para mí.

Me vi obligado a doblar mi velocidad. Agradezco mucho a Splinter por haberme entrenado. Si no lo hubiera hecho, me habría dado de bruces contra todos los edificios y obstáculos que se me pusieron por delante.

Mis pies parecía que volaran sobre Nueva York. Era increíble que ningún habitante nos hubiera descubierto todavía. Como un milagro.

Frené en seco, y me choqué contra una caseta, al oír una melodía. Sacudí la cabeza, un poco aturdido, y busqué su autor.

Una silueta negra se recortaba a mi derecha, en diagonal. Estaba de espaldas a mí. Al acercarme lentamente, fui descubriendo que vestía un camisón pero, como estaba sentada en el borde, no supe hasta dónde le llegaba. Su pelo largo se movía lentamente al son de la suave brisa.

Me detuve a dos pasos de ella. Reconocí esa canción. La había oído muchas veces cuando...

Mi cabeza dejó de investigar cuando paró. El silencio ocupó su lugar por unos minutos. Me quité las sobras que pude e intenté ponerme presentable.

Observé sus movimientos elegantes. Distinguí su figura, sus curvas suaves, sus brazos delgados, su cuello fino...

- Llegas tarde - me interrumpió una voz suave, como el algodón, sin frialdad alguna.

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