Incidente

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Draco agradeció no haberse demorado más y se arrepintió de haberse entretenido en el trayecto. En cuanto entró, se topó con una desagradable escena de acoso.

Una taza rota en el suelo, con restos de chocolatada dispersos a su alrededor, olvidada junto a dos chicos; un niño, dulce doncel, y otro, bastante más alto y robusto, mayor, medio encerrándolo. El chico estaba empequeñecido, queriendo huir, evidentemente, buscando una salida con la mirada, pero los amigos del chico estaban detrás de él, posicionados estratégicamente. Si intentaba escaparse lo atraparían, sus sonrisas de ojos apagados lo sugerían. El grandote en cuestión apoyó su mano contra la ventana. Ambos estaban parados, pero el otro igual lo superaba lo suficiente para que tuviera que mover su cabeza hacia arriba. Se desesperó. No escuchó nada de lo que dijo. Esa sonrisa coqueta era igual a la de su papá cuando iba a hacer cosas con su mamá, pero él no quería hacer ninguna de de esas cosas. Comenzó a hiperventilar. Al trío no le gustó, sus sonrisas se borraron. Pero algo los atacó de atrás y se voltearon.

Draco les lanzó un gran chorro de aquamenti a cada uno por las espaldas. Se asustó cuando vio sus ceños fruncidos, pero era especialmente en situaciones como esa en que no debía exhibir debilidad, le decía su madre. Su padre le enseñó que debía parecer elegantemente asustado. Eso le daría tiempo porque los demás estarían satisfechos unos minutos y lograría tramar algo. Si al adulto le funcionó contra Voldemort haciendo de espía, debía funcionarle también.

Había preparado su varita y estaba listo para lanzarles hechizos que los hicieran reír y bailar, lo suficiente para que pudiera acercarse a Hul, que estaba en medio de un ataque de pánico o ansiedad. O buscar a Severus en su despacho.

Siguió su plan, pero cuando iban a por su jefe de casa, los hechizos cuyo efecto había surtido se esfumaron.

Harry había regresado del entrenamiento que duró poco por el posible próximo temporal, cuando se encontró con esos tres queriendo encerrarlos, Draco con una expresión feroz pero mesurada y a su hermano temblando, hiperventilando, en posición fetal tras Malfoy, agarrándose la cabeza y con sus ojitos fuertemente apretados. Ya estaba abalanzándose, con esa impulsividad por la que incluso Remus había creído que pese a su astucia iría a Gryffindor, cuando una mano grande y fuerte lo sostuvo por la parte trasera del cuello de su túnica. Supo que era Prince cuando escuchó su voz pronunciando alto y claro un encantamiento de petrificación total. Fue una sola vez y extendió su mano sin varita en ella, pero los tres matones quedaron rígidos y cayeron en un golpe seco al piso. 

"Levi corpus" murmuró Severus. Los cuerpos flotaron. Con su mano todavía elevada señaló sus cuerpos y luego su despacho. Los tres volaron hacia el mismo. Apartó a Harry y Draco y se agachó junto a Hulderic. 

"Hulderic", murmuró suavemente. El otro abrió sus ojos llorosos y lo miró. "¿Puedo sostener tus hombros?" El chico asintió. EL adulto lo hizo, con firmeza pero cuidado, observándole a sus ojos y respirando profundamente. Por acto reflejo, fue imitado. Sus temblores disminuyeron también. "¿Mejor?" El doncel asintió. "Esto no quedará en nada, señor Potter. Lamento profundamente esto."

El chico negó con la cabeza. Murmuró después: "No importa".

"Sí lo hace", contradijo Severus. "Nadie debe hacerle esto a nadie. No quedarán impunes. También, debo notificar de esto a sus tutores, es decir, a su tutor."

El niño siguió sin mirarlo a los ojos, cabizbajo, y esta vez no respondió. 

Hacía dos semanas Remus era su tutor. Estaría en período de prueba, pero era sabido que rara vez solían haber cambios. De ser así, su relación con sus padres pudo ser otra...

No se dio cuenta cuándo la persona frente a él se fue vino otra.  De repente, estaba Harry abrazándolo con fuerza de enfrente por el torso y Draco desde atrás por la espalda, más suavemente. 

Con él obligado por ambos, fueron a la enfermería poco después. Madam Pompfrey los atendió enseguida. No vieron a los otros tres. Pese a todo, esperaba que no les pasara nada demasiado malo.

Media hora luego, los abrazos vinieron de parte de Sirius y Remus. El primero lo alzó y lo dejó en la camilla varios minutos después, tras haber inhalado su aroma y haberse asegurado que no tenía mayores herida que pequeñas cortaduras en sus manos y tobillos por astillas que saltaron cuando cayó la taza y que ya habían sido sanadas por la enfermera. El segundo lo dejo semi-recostado pero lo llenó de besos, lo abrazó con un poco más de firmeza, duró, de algún modo, varios minutos más, y no se despegó de su lado 

Reencarnaciones y mellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora