En el despacho del director

88 11 0
                                    

Mientras Remus consolaba a Hulderic con Phoenix de por medio, que se había negado a separarse de él en especial al verlo así, Sirius y Harry habían salido de la enfermería. Harry hubiera sido quien hubiese cuidado al bebé si éste se hubiese dejado, pero no había ocurrido y el joven estaba agradecido con su hermanito adoptivo, porque él solo quería irse de manos sin importar que los otros fueran tres y más grandes. Sirius, delante suyo, estaba en las mismas, así que no se sentía en el lugar para regañarlo o impedirle seguirlo a dirección. 

Ambos apretaron las mandíbulas al llegar. El brillo en los ojos de Sirius, puntualmente, consiguió que los victimarios sentados al lateral transversal del anciano cerraran sus bocas y acallaran todo intento de verbalización. 

"Albus", asintió Sirius, algo forzadamente. Su hijo lo imitó en silencio.

"Lamento mucho lo que ha pasado, Sirius."

"Apenas ayer Hulderic terminó sus sesiones con ese payaso del ministerio", murmuró, sintiendo que tragaba clavos con cada palabra reprimida. Si hablaba más o más alto, no lograría contenerse.

Dumbledore suspiró. En ese momento toda su jovialidad se había ausentado y los cien años parecían pesarle. Observó a los tres en su silla. Desvió la mirada hacia una esquina atrás de ellos; en un oscuro rincón, estaba Severus, en diagonal a padre e hijo, que no lo habían visto.

"Ya sabes mi opinión. No perdono estas acciones", su voz, baja como de costumbre, había perdido toda la suavidad con la que habló una hora antes. Inclusive tenía más dureza y frialdad que de costumbre durante las clases con otras casas.

"Debo expulsarle, Higgs" habló con voz grave el anciano ". Ya ha sido suspendido tres veces, expulsado del equipo, cumplido una estancia en un reformatorio y otra con un terapeuta; es una lástima, justo en su último año. Y a sus dos cómplices les daré medio año de suspensión. Al finalizar ese período, solicitaré una constancia. Típicamente sería de haber aprobado su estancia en un reformatorio, pero prefiero otras formas antes de llegar a ese punto. Les enviaré una visita domiciliaria con una psicóloga squib mía. Ella decidirá cuándo darles de alta. Pero no pueden regresar antes de mayo. Según sus preferencias personales, aceptaré que retornen en septiembre y reiteren el cursado del año."

Un rato después, llegaron los padres de los implicados, que intentaron negociar con el director.

"Lo lamento," respondió con voz monótona el encanecido" pero las medidas que he anunciado son parcialmente protocolares y parcialmente de mi elección personal. Para revocarlas y ser modificadas, deben, en primer lugar, dialogar con los tutores de la víctima. En caso que consigan una Carta del Perdón..." los recién llegados quedaron boquiabiertos por unos instantes; una Carta del Perdón era rara vez solicitada, en especial por parte de alguien tan informal como el director. Además, este llevaba una expresión en blanco rara en él. "Los de la Junta Escolar podrían acceder a realizar una excepción y hacer un proceso diferente igual de satisfactorio para todas las partes", finalizó con voz queda.

Los padres hablaron simultáneamente, horrorizados. No se les entendió, pero como los demás presentes el director interpretó que, evidentemente, exigían explicaciones. Era curioso ver a cuatro Señores despeinados y enfurruñados; era evidente que habían estado cómodos en sus casas y no les había dado el tiempo a ponerse algo que no fuera de entre casa. Si no hubiera estado tan enojado como su padrino, Harry habría reído.

"Recientemente se ha detectado tardíamente que uno de los ingresantes había vistos incumplidos sus derechos infantiles y por una casualidad. Desde entonces, han surgido algunos protocolos y otros trámites se han endurecido", dijo el mayor, con una expresión cansada y un tono rígido impropio de él, el cual obviaba que no estaba dispuesto a mucho más teatro.

Enfurruñados, padres e hijos se retiraron, Severus, Sirius y Harry incluidos, después de unas disculpas formales que también había expresado por escrito el director. Sabían que no había sido enteramente su culpa. 

Reencarnaciones y mellizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora