Lo que más le afectó cuando se despertó no fueron los dolores punzantes en su cabeza por la resaca, sino encontrar a un chico, cuyo nombre no recordaba, en su cama, solo cubierto con un edredón. Tomó una bocanada de aire y buscó desesperadamente, entre los trozos de recuerdos de la noche anterior y la madruga de este día, la respuesta a cómo había terminado así.
Entonces lo recordó y una sensación molesta se instaló en su pecho. Jongin le había enviado un mensaje diciéndole que no iría a su presentación, que no se preocupara, pues le había pedido a sus amigos que fueran para verlo. Sabía que era inmaduro de su parte, pero no pudo evitar sentirse nuevamente rechazado por la única persona en su familia que, pensaba, creía en él y pronto la tristeza había sido reemplazada por el enojo. Hecho un manojo de emociones y pensamientos, había bebido tres shots de pisco de corrido, esperando, en cierto momento, dejar de sentirse pésimo.
La imagen de Taehyung cruza su mente y sonríe ante el recuerdo de lo bonito que se veía. Le había pedido que se vieran después de su presentación, pero él lo había echado a perder, embriagándose y besando a quien ahora recuerda como Jimin. El chico le había dicho que se había acercado porque quería hacerle compañía, le había ordenado algunos mechones rebeldes que tenía por la frente y, antes de darse cuenta, le había besado. No lo había pensado dos veces ni le había importado sentir nada, solo le interesó el hecho de que ese acto al menos lograba distraerlo.
Hubiera continuado divagando, sino no fuera porque Jimin se había despertado y, sin perder el tiempo, se había vestido. Jungkook hizo lo mismo, sin prestarle mayor atención hasta que lo escuchó maldecir.
– Mierda – Jimin buscaba algo en el piso–. Creo que he dejado mi billetera en los vestidores de Uranio.
Y era cierto, pensó Jungkook. Del backstage, ambos se habían dirigido directamente al departamento de este último, sin hacer una parada en los vestidores, donde Jimin tenía todas sus pertenencias, asumió.
– ¿Tienes como irte a casa? –preguntó Jungkook, mientras buscaba una toalla. Jimin solo negó con la cabeza–. Te llevaré, solo déjame tomar una ducha y salimos. Puedes servirte lo que quieras en la cocina.
El camino hacia la casa de Jimin había transcurrido sin problemas, al menos para Jungkook. Jimin no había buscado forzar una conversación entre ambos y el pelinegro se lo había agradecido mentalmente. El tráfico era tranquilo los domingos, así que Jungkook no tuvo que fingir interés por las noticias del día por mucho tiempo. Se estacionó y, con un adiós cortante, lo despidió. Estaba a punto de arrancar, cuando Jimin lo llamó y, nuevamente sin ninguna advertencia, le robó un beso.
– Adiós –dijo, divertido, mientras se dirigía hacia la puerta de un edificio gris de cinco pisos.
Jungkook quiso decirle algo, pero otra persona captó toda su atención. Jimin se había detenido para saludar a un chico que estaba envuelto en un abrigo gris y una bufanda lila. Taehyung. Su nombre hizo eco en su mente. Por su expresión, Jungkook pudo adivinar que el castaño había presenciado el beso que Jimin le había plantado sin previo aviso hace apenas unos segundos y una sensación desagradable se instaló en su pecho. Se encontró pensando en mil maneras, desesperadas, de explicárselo todo, pero ninguna era una buena excusa.
Taehyung rompió el contacto visual y, luego de despedir a Jimin, se marchó en dirección a un café ubicado en la esquina de la cuadra. Jungkook, dejándose guiar por lo que sea que lo empujaba a estar cerca del castaño, fue tras él.
– ¡Taehyung! –se acercó, tratando de ocultar su desesperación por obtener un poco de atención del chico de la bufanda lila–. Hola –dijo cuando el menor se detuvo, maldiciéndose internamente por su forma torpe de saludarlo.
Taehyung evitó mirarle a los ojos, pero aún así Jungkook pudo notar que, en ellos, el brillo que los había adornado la noche anterior se había perdido–. Hola.
El pelinegro pensó, en ese preciso momento, que lo daría todo por volver a verlo sonreír para él. La tensión entre ambos lo estaba ahogando y se odiaba por ser la razón de ello. Extrañaba la sensación de tranquilidad que el castaño le transmitía.
– ¿Conoces a Jimin? –se sintió el más grande estúpido por hacer esa pregunta.
Taehyung lo miró como si Jungkook le hubiese contado un chisme de mal gusto y, tras un suspiro amargo, respondió–. Creo que ya sabes la respuesta a esa pregunta.
El corazón se le cayó al suelo.
– Lo de hace un rato con él, no es nada ser...
– Jungkook –su nombre sonó trivial en sus labios–. No tienes que darme explicaciones –Pero siento que debo, pensó–. Debo irme. Adiós.
Taehyung ingresó al café y se sentó junto a otras personas igual de jóvenes que, por cómo lo miraban, Jungkook adivinó, otra vez correctamente, estaban bombardeando al menor con preguntas sobre él.
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El chico de la bufanda lila (taekook)
Romansa"El amor duele tanto como reconforta" Las vidas de Kim Taehyung y Jeon Jungkook se cruzan como si ambos hubiesen estado destinados el uno para el otro, pero el silencio podría llevarlos por rumbos separados. Kim Namjoon, cegado por sus propios miedo...