[OS] El Dios del santuario

637 114 19
                                    

Los jadeos que dejaba escapar el peliblanco mientras corría por el frondoso bosque era lo único que se podía escuchar en medio de la silenciosa noche, se encontraba huyendo de las personas a las que había tenido que llamar familia durante tantos años tras haber descubierto el plan que tenían sobre su vida entera.

Aunque nunca había tenido un gran cariño hacia ellos fue doloroso escuchar cómo iban a forzarlo para que se casara y una vez logrará ser el gobernador quitarle el control en absoluto, convertirlo en la marioneta del Clan Gojo con la intención de que el anciano de su abuelo siguiera teniendo el poder sobre las personas.

Sintió como la bilis subía presurosa por su garganta estando a punto de detenerse para vomitar, sin embargo recordó que no podía, ya lo había hecho en dos ocasiones a causa del mismo motivo y era consciente de que si lo hacia de nuevo iban a terminar ubicando en donde se encontraba. Cubrió su boca con una mano convenciéndose de que podría soportar un poco más e intentó dejar de lado la sensación.

No tenía un rumbo en específico, actuó impulsivamente después de escuchar las palabras por parte de sus padres, así fue como terminó en esa horrorosa situación. El cuerpo del joven heredero se encontraba lleno de moretones, raspones y cortes por lo descuidado que había sido mientras corría, pero eso era lo que menos le preocupaba, en realidad nada le importaba en absoluto más que lograr huir lejos de ese infierno.

Sus ojos azules brillaron con esperanza cuando logró observar menos árboles indicando que había encontrado una salida, corrió tan rápido como pudo y deseó que ningún guardia de seguridad lo alcanzara ahora que tenía cerca la oportunidad de ser libre.

Lo logró, dejó de cubrir su boca para soltar un grito eufórico olvidándose de que podría ser descubierto y vio su alrededor, exactamente las grandes escaleras que lo llevarían al parecer a un santuario. Con la curiosidad de saber que habría en ese lugar, aparte de que serviría como un refugio en lo que pensaba en cómo viviría de ahora en adelante fue que emprendió camino.

Por cada escalón que subía toda la adrenalina que acumuló durante su huida desaparecía, llegó a la cima agotado y jadeando, de nuevo las náuseas volvían a hacer de las suyas al punto de hacerle sentir mareos. Utilizó sus últimas fuerzas para acercarse al haiden y dejarse caer, ya no podía hacer nada más por la incapacidad para moverse, sólo le quedó pedir antes de caer en la inconsciencia que alguna alma bondadosa lo ayudara.

—Oye, tienes que beber esto —Aquella melódica voz le transmitió tranquilidad a Satoru, quien abrió con pesar sus ojos y por un momento creyó que estaba teniendo un sueño demasiado realista, incapaz de poder asimilar como verdadero lo que se encontraba frente a su golpeado cuerpo.

Gojo estaba viendo a un joven de intensos y brillantes ojos avellana así como hipnóticos que eran complementados por extrañas marcas bajo ellos, unas orejas de zorro resaltaban en su cabeza en conjunto a un cabello rosado que el fugitivo deseaba tocar; vestía un deslumbrante kimono rojo que tenía adornos dorados de flores haciendo resaltar su aperlada piel, atrás de el se dejaba ver una esponjosa cola del mismo tono rosado que las orejas. Todo lo anterior mencionado se volvía etéreo con los rayos del sol que indicaban un nuevo amanecer.

Estaba tan perdido en querer comprender o siquiera asimilar de alguna manera a la belleza que tenía ante sus ojos que sólo pudo reaccionar en el momento en que la mano del ser tocó tras su nuca moviéndolo un poco, abrió la boca y esperó pacientemente sin dejar de ver las orbes avellanas.

—Cierra los ojos, ahora estas seguro —El peliblanco no comprendía porque estaba confiando por la dulce voz, tan armoniosa y que derramaba para sus oídos una hermosa sinfonía que podría escuchar por siempre, sin embargo obedeció cerrando sus ojos al instante—. Estarás bien, yo te protegeré.

La sensación de algo sobre sus labios hizo que levantara una de sus manos para sostener lo que era una taza y bebió del líquido que invadió su boca con desesperación, después de todo se encontraba sediento por la carrera que recorrió desde la casona hasta el santuario. Cuando terminó de beber alejó el objeto de su rostro abriendo sus ojos, incapaz de formular alguna palabra de lo impresionado que estaba, pero tras unos segundos pudo armarse de valor para hablar.

—T-Tú eres… —Su voz salió ronca y rasposa, tenía aún la garganta demasiado dañada tras sentir durante su huida la bilis subir en conjunto a las veces que se forzó a vomitar por lo asqueado que estuvo. Durante esos pequeños momentos en donde estaba siendo cuidado por el desconocido logró recordar al Dios que la familia Gojo veneró hasta que su abuelo dijo que ya no era necesario al haberse vuelto fuertes, argumentando que lo superarían.

—Yuuji, el Dios que le otorgó durante varias generaciones su bendición al Clan Gojo —Una leve sonrisa se dejó ver en el rostro del pelirosado, quien acarició con cariño la mejilla del menor permitiendo que asimilara la información. No podía creer que tras 12 años de haber sido traicionado por quienes le imploraron su ayuda se encontró con el heredero que sacudiría al mundo entero.

—Ellos te maldijeron y traicionaron tu confianza después de todo lo que nos brindaste —El de piel pálida hizo un esfuerzo por levantarse siendo detenido al instante por la divinidad, quien lo recostó en sus piernas sin dejar de acariciar con cariño su mejilla. Recordó aquellos días en su “hogar” donde sus familiares hablaban de ser más fuertes que los dioses, que por ello merecían gobernar todo Japón y no solamente un pueblo asqueroso—, Debes odiarme por tener su sangre.

Esas personas eran seres llenos de codicia, quienes no temían dañar a quienes se atrevieran ser un impedimento o volverlos sus títeres sin sentimientos para llegar a la cima, siendo Satoru Gojo, el único nieto que tuvo Kisaru tras tener cinco hijos, alguien que estuvo a punto de convertirse en una víctima más de ellos.

—Por supuesto que no lo hago —Yuuji cubrió los ojos del menor impidiéndole ver las pequeñas lágrimas que resbalaban por sus mejillas, nada de eso le importaba mientras tuviera entre sus manos a la persona que más amaba, el Dios al que en realidad debieron haber alabado esos estúpidos humanos—, Todo este tiempo quise protegerte y no podía, pero ahora que estas conmigo nadie volverá a dañarte.

Surgió en ese preciso instante una gran incógnita en la mente de Satoru, estaba confundido por las palabras llenas de amor que le decía el de ojos avellana y esa familiaridad para hablarle como si ya se hubieran conocido, cuando en realidad era la primera vez que se encontraban, sin embargo, quiso por un momento olvidarse de su alrededor.

Así que cerró los ojos dejándose llevar por el cansancio, permitiéndole a Yuuji que lo cuidara, después se tomaría el tiempo de preguntarle.

_________________________

Espero la lectura haya sido de su agrado y les guste, me ayudaría mucho que dejaran un comentario y una estrellita.

-Borja

El Dios del Santuario [GoYuu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora