I lose control

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Tan sólo tenía 6 años y no comprendía nada del mundo que había a mi alrededor. Mi mamá estaba en todas las portadas de revistas, periódicos y noticias de última hora que transmitían por la tele, su muerte conmocionó a todo el pueblo. A pesar de haber sido una cantante muy famosa siempre supo encontrar el momento perfecto y necesario para dar amor y cuidar de su hijo. Mi padre tenía adoración por ella y cuando anunciaron su fallecimiento debido a una sobredosis por ligar varias sustancias con alcohol, él quedó debastado. Me culpó de todo mientras crecía, decía que los doctores le habían informado que mi madre sufría depresión y que la responsabilidad de tener un niño pequeño no estaba equilibrada con su carrera artística, simplemente no logró soportar la presión.

Él se encargó de hacer énfasis en que ella no quería tener hijos, que yo había sido un accidente y nunca debí nacer. Cuando dio a Luz llovieron los mensajes de hate contra su figura, la llamaban gorda lechera entre otras cosas que prefiero no recordar, simplemente porque ya no tenía un cuerpo que estuviera dentro de los estándares absurdos de la sociedad.

No soy idiota y a día de hoy sé que no fue mi culpa. Pero es difícil no creértelo mientras toda tu vida se la han pasado diciéndote ese tipo de cosas, y más cuando eres un niño que no tiene la suficiente madurez como para comprender una situación como la de aquel entonces.

Su recuerdo es una ola de frescura que siempre logra sacarme una nostálgica sonrisa. Es por eso que nunca pude entender por qué decían que yo era una carga si ella sólo mostraba amor, cariño y felicidad mientras me tenía entre sus brazos. Sin embargo, siempre me queda esa sensación de amargura e incomprención hacia la desición que acabó por tomar

Antecesora: Susan Borelli

―Lo siento mucho ―Susurra al otro lado de la pantalla―. ¡Tu madre tampoco se suicidó!

Toda mi vida pasa por delante de mis ojos como si estuviera a punto de morir. Sé qué es demasiado probable que lo que estoy viendo sea una completa mentira y estén jugándome una borma de mal gusto, no es la primera vez. Pero esa pequeña posibilidad de que esto sea verdad me enloquece; esa incertidumbre me hace darle beneficio a la duda. No sé si sea por la necesidad que he tenido siempre de encontrar un motivo para justificar aquel acto de cobardía que representó el que mi madre me dejara completamente solo en un mundo putrefacto con el recurrente ruido de su ausencia.

Entre lágrimas contenidas y un inmenso dolor en el pecho le pido pruebas de lo que está diciendo a quien sea que esté al otro lado del teléfono. Inmediatamente me cuelgan y no ha pasado ni un minuto cuando me entra la notificación de un nuevo mensaje por correo, abro la notificación y por primera vez en mucho tiempo me siento caer directamente al terror sin haber experimentado antes la sensación de miedo.

Pincho el símbolo de play en el video que han enviado y aparece mi madre, está sentada en el sofá de su antiguo departamento en el que fue encontrada sin vida. Se encuentra muy borracha y llora desconsoladamente suplicando que la dejen ir, que nunca va a decir nada, que va a desaparecer del pueblo con su familia y no sabrán nada de ella nunca más.

Una persona con un pasamontañas se acerca por su espalda llevando consigo una botella junto a un frasco de pastillas. Me tenso y aprieto el celular en mis manos.

―No ―dejo salir casi que en un susurro―. ¡Por favor no le hagas daño!.

No puedo controlar mi ira al ver lo que ocurre a continuación. Grito y golpeo animalmente el volante del auto repetidas veces como si fuera el rostro de su verdugo.

―¡Hijo de Puta! ¡¿Por qué?! ¡Por qué carajos lo hiciste! ¡No por favor, para ya!

Estoy temblando con la imagen del enmascarado metiéndole alcohol y pastillas a la fuerza en la boca, repitiéndose como un bucle infinito en mi cabeza.

Puedo casi que escuchar en eco las súplicas de mi desafortunada madre rogando que le dejaran vivir, que no podía dejar sólo a su pequeño, que iba a olvidar todo y desaparecería. El video se corta pero no hay que ser adivino para saber lo que terminó por suceder.

El 26 de septiembre del 2007 una Estrella se apagó. La Estrella Susan Borelli, una de las mejores voces del mundo fue injustamente silencida para siempre. Dejando una herida eterna en el corazón de todos sus fans y del ser que la amará indefinidamente y que no se detendrá hasta descubrir la verdad sobre su muerte: ¡Yo, su hijo!

Aprieto mis ojos dejando escapar una última lágrima, enciendo el motor del auto y conduzco sin rumbo alguno. Si sigo pensando en esto me va a explotar la cabeza. A mi celular le vuelve a entrar una llamada y es el mismo número de antes.

―¿Qué carajos quieres? ¿Crees que te voy a dar las gracias por haberme revelado las pruebas que has estado escondiendo sabrá Dios cuánto tiempo?

―Luca―Su voz a pesar de llevar un distorsionador se escucha afectada―. ¡Por favor, tienes que ayudar a Katherine! ¡No es justo que corra con el mismo destino de Susan!

―¿Katherine? ¡¿Por qué rayos me tendría que preocupar esa chica? ¡Eso no traerá de vuelta a mi madre!. ¡Si de verdad quieres ayudar ve a la policía y denuncia todo! ―Doy un suspiro porque siento que me ahogo―. Estoy seguro de que a ella no la trataste de ayudar, sólo hay que ver como tuviste ese video guardado todo este tiempo.

―¡La policía no es de fiar! ¡Esto es mucho más grande de lo que imaginas! ―Me dice con mucha calma y admito que tiene razón.

―Te voy a preguntar por última vez. ¿Quién eres?

―No es el mejor momento para que lo sepas.

―¡Como quieras! ―Dije justo antes de colgarle.

Lanzo el celular a los asientos traseros y juro que necesito desconectarme de todo porque me lleno de odio.

Me detengo en una pequeña tienda de conveniencia y compro un paquete de cigarrilos mentolados y dos botellas de whiskey, vuelvo a mi rumbo por la carretera para adentrarme en el bosque. Tengo un nudo en la garganta, siento casi que me asfixio y no quiero llegar a tener una crisis nerviosa. Atravieso la enorme entrada del cementerio con esculturas sepulcrales y me detengo en seco. Destapo una de las botellas y le doy un largo trago.

Pasa alrededor de media hora y por fin me armo de valor para bajarme del auto. Tengo enfrente la Lápida de mármol negro que tiene tallado el rostro de mi madre, me dezplomo y quedo arrodillado frente a ella. Desde que murió es la primera vez que vengo.

―¡Lo siento Mamá!. ¡Disculpa por culparte y tacharte de cobarde!. Esta es la primera vez que vengo a visitarte, has de haber estado tan sola.

Y así, pidiendo perdón terminé por liberar todo lo que este tiempo estaba conteniendo. Me empiezo a ahogar en el alcohol que me abre sus brazos para darme la amarga bienvenida. Comienza a llover a cántaros y me río a carcajadas, no me puedo detener y siento como poco a poco me envuelve la necesidad de perder el control.

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