Epílogo

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Maratón 06/06

Eran las 3 de la madrugada cuando Win sintió que caía a un abismo.

Abrió lo ojos de golpe. Sudaba, temblaba e incluso tenía lágrimas en los ojos.

Llevó una mano a su frente y limpió inútilmente un poco de sudor. Se sentó en el borde de la cama y miró a su ventana, donde su cortina se movía de un lado a otro, donde la brisa de la noche era lo único que se colaba por ese pequeño espacio.

Otra vez había tenido ese sueño.

Otra vez era ese chico.

Siempre que soñaba con él, era lo mismo.

Lo veía sonreír, mirarle, tocarle las manos... y entonces sucedía. Una extraña corriente eléctrica sacudía su ser completo, seguido de un empujón al abismo más confuso.

Si tan solo supiera que demonios significaba ese sueño. O al menos supiera quién era ese chico que le veía con tantas ilusiones. Si tan solo pudiera comprender que significaba todo aquello que veía en su sueño. Un sueño recurrente que con el pasar de los días parecía más a una revelación.

Suspiró y volvió a meterse a la cama. Mañana pensaría en eso. No era la primera vez que pasaba y dudaba que fuese la última.

Conciliar el sueño fue todo un reto. Despertar temprano lo fue más. Su madre lo despertó con un beso en la frente.

—Buenos días, dormilón. Hoy es el gran día.

Win sonrió. Por fin entraría a esa escuela de la que tanto hablaban. Se propuso hacer nuevos y muchos amigos, y por supuesto estudiar más para en un futuro irse de ese pueblo que los condenaba a no hacer nada por su vida.

Se llevaría a sus padres. Serían muy felices en cualquier otro lugar que ese.

Cuando salió de se pequeña habitación, se encontró con una mesa llena del desayuno. Todo era modesto pero delicioso. Al ver la sonrisa de su madre. Otra promesa más se unió a la lista.

Una gran cocina para mamá.

Dónde ella pudiese hacer todas esas recetas que tanto le gustaban a él y a su padre. Y fue precisamente el quien llamó su atención al dejar el periódico en la mesa mientras tomaba el café.

—¿Nervioso?

—Algo así... creo que me irá bien.— respondió.

El hombre dejó su café a un lado y lo miró serio.

—¿Crees? Los hombres de verdad siempre tienen seguridad en absolutamente todo. —Tomó de nuevo su café.— Además, es tu oportunidad para conocer el mundo de las chicas. Es decir, esta es la etapa dónde puedes conocer todo lo que quieras.

—Por Dios Patric, es solo un adolescente de quince años. Déjalo que descubra lo que quiera a su paso.

Win sólo suspiró. Comenzó su desayuno e ignoró la pequeña pelea que había generado esa pequeña conversación.

La verdad era que el ni siquiera sabía si su tiempo daría para conocer chicas. Él quería absorber todo el conocimiento que le darían para convertirse en uno de las personas más ricas del mundo y así darle lo mejor a su familia.

Cuando terminó, se despidió de sus padres y caminó hacia la escuela con la mochila en la espalda.

El día se veía hermoso. Llegó hasta la parada del bus y se sentó a esperar. Fijó su vista en sus tenis, uno de ellos tenía la agujeta suelta. Se inclinó a amarrarla y tarareo una canción. Detuvo sus movimientos al darse cuenta de que era un deja vu.

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