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La tarde había pasado exquisitamente para el pelinegro, al llegar a casa una felicidad lo invadía, felicidad que no pasó desapercibida por su esposa, aunque no le tomo importancia, suponía que estaba emocionado por la fiesta en la noche, hace tanto que no salían que la pelinegra estaba emocionada, su corazón saltaba de alegría al saber que compartiría diversión y un poco de tiempo con su esposo.

Lástima que para el pelinegro la emoción se debiera a un italiano de ojos celestes.

—Voy a bañarme, Lina. —Antes de dirigirse hacia el baño su esposa lo detuvo mirándolo fijamente con media sonrisa.

— ¿Nos bañamos juntos?

Un leve escalofrió recorrió la espina dorsal de Raúl
¿Qué había de malo que su esposa quisiese bañarse con él?
O claro, ya no le apetecía, sin embargo no podía negarse, se había negado infinidad de veces a tener algún contacto más allá de abrazos y besos, por el simple hecho de que ahora ese tipo de demostración de afecto solo quería que viniesen por parte del rubio.

¿Era una mierda? Pues sí, para que engañarse, pero no quería demostrar algo que no sentía mas, aunque fingir se le diera de puta madre.

—Claro, cariño...

La pelinegra dio un saltito de alegría mientras le daba un corto beso en los labios, la culpa le lleno el pecho cuando la vio alejarse alegremente.
Sabía que Lina no se merecía esta mierda, era una chica fantástica que se merecía algo mucho mejor.

Ya era tarde para arrepentirse de todo y dar marcha atrás no era una opción que contemplara, se lo dejaría para el Raúl del futuro, mientras tanto disfrutaría tanto como pudiese aquel pecado tan exquisito de sangre italiana.

Mientras tanto en alguna parte de la ciudad un italiano se encontraba dándose una ducha, miles de dudas y pensamientos no tan lindos llegaban a su cabeza.

A veces el pasado es tan dañino que te hace convertirte en un monstruo, las cosas malas del pasado eran tan dañinas pero tan difíciles de soltar.

Cerró sus ojos dejando que el agua fluyera por todo su cuerpo, que sus músculos se relajaran,pero la voz de su hermano afuera del baño le hizo pegar un salto.

— ¡Sal de una puta vez, Toni! —Bufo divertido al escuchar a su hermano irritado. — ¡Que yo también me tengo que duchar, coño!

— ¡Que pesado eres!

— ¡Tú lo eres más!

Rio levemente para terminar con aquel baño tan relajante, al salir se encontró con su hermano cruzado de brazos y una ceja fruncida.
Había decidido que para no perder mucho tiempo, ambos salieran de la casa del rubio, después de todo, Carlo tenía ropa en casa de su hermano.

—Puedes pajearte fuera del baño, Toni. —Paso por su lado mientras asumía la razón por la cual su hermano mayor se había tardado tanto en el baño.

—Ya sabes, bañarse es relajante y bueno, una cosa lleva a la otr-

— ¡No me cuentes eso, qué asco! —Azoto la puerta con fuerza haciendo reír al mayor.

Siempre era divertido hacer enojar a Carlo, llego a su habitación para cambiarse pero de nuevo los pensamientos intrusivos llegaban a su cabeza.

Su vista se quedó fija en algún punto en específico, no supo cuánto tiempo estuvo así.

Ya era una persona adulta y sabía perfectamente que lo que estaba haciendo era una mierda, independientemente de cualquier cosa, debería odiar tanto a Salinas por lo que ocurrió, debía haberlo ignorado desde que lo volvió a encontrar y quizás lo mejor era estar separados pero entonces ¿por qué la vida los había juntado nuevamente? ¿Por qué era tan cruel?

Dos locos [RONI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora