Prólogo

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— ¡Por favor, déjenme!.

Correr...

— ¡Deténganse!.

Huir...

— ¡Por favor!.

Vivir...

— ¡No!.

Morir...

— ¡Ah!.

Cuatro palabras que marcarán de por vida.
La vida siempre será dura y cruel, pero siempre habrá alguien a la que más le pegue.

Naruto Uzumaki, conocido como el demonio del Zorro de las Nueve Colas. Nunca pidió el deseo de ser el recipiente del Kyūbi. Nunca pidió ser maltratado, insultado y golpeado hasta el punto de morir. Sin embargo nunca moría, solo sufría ardor y dolor en cada herida.
El problema, es que ni él mismo sabía que era el contenedor del Zorro, así que nunca encontraba explicación alguna a lo que siempre le sucedía.

Día tras día, noche tras noche.

— Está vez no escaparás.— habló un aldeano de la Aldea Oculta entre las Hojas, mientras tomaba con fuerza el brazo de Naruto.

— ¿Qué he hecho?.— lloraba gracias al dolor ocasionado por tan brusca jalada.

— Eres el caso perdido de la aldea.— expresó una mujer con desagrado.

— No tienes un fin en esta vida.— recalcó otro hombre, mientras sostenía un kunai.

— ¡Suéltenme!.— trataba de safarse del agarre, pero era en vano.

— ¡Por tu culpa mi esposo murió!.— gritó una mujer, abofeteando a Naruto por cada lágrima que soltaba.

— ¡No sé a que se refieren!.— gritaba exasperado, no entendía nada de lo que pasaba.

— No caeremos en tus mentiras.— habló el hombre, clavando el kunai en la pierna izquierda para luego sacarlo y encajarlo en la derecha.

—¡Du-duele!. ¡Detengase!.— gritaba y lloraba, el dolor le era insoportable.

— Córtale la garganta, así no podrá gritar.—ordenó la mujer sin importarle si moría.

El hombre obedeció a tal orden. Tomando los cabellos de Naruto, le alzó la cabeza, mostrando su delicado cuello para luego hacerle una delgada y profunda cortada.

— ¡Mmm!— gimió de dolor.
La sangre caía gota por gota.
Una gruesa línea de sangre escurría por todo el cuello, manchando de ese color la ropa que llevaba puesta.
Pintando el verdoso pasto con su sangre.

— ¡Deberías morir. Eres una desgracia para esta pacífica aldea!.

— ¡Gran parte de la aldea fue aplastada por ti!.

— ¡Ojalá y desaparezcas!.

Después de tantos insultos, apuñaladas, golpes y sangre derramada, finalmente fue dejado. Todos llendose como si nada hubiese pasado.
Después de todo, a nadie le interesaba lo que le pasara.

Naruto no resistió tantos golpes, ocasionado que se desmayara y no supiera lo que sucedía.
Y realmente tiene el derecho, al ser un pequeño y débil niño de cuatro años, tanta fuerza le era demasiado.

Así permaneció, inconsciente y con sangre perdida, manchando su ropa y cabello rubio desordenado.
Aunque quisiese pasar desapercibido, era imposible.
Naruto era un niño único, cabello rubio, ojos azules como el zafiro y con tres marquitas en cada mejilla. Era el único que tenía tales cualidades.

Al pasar de las horas, Naruto despertó.
La sangre estaba seca, sus heridas fueron sanadas, no obstante, aún estaba adolorido.

Despertaba poco a poco, con la respiración agitada y sudando frío. Sentía una inmensa ira por todos y cada uno, pensando en asesinarlos y esconder evidencias, pero siempre lograba calmarse.
Creía que toda persona debía de tener nuevas oportunidades y ser perdonados.

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⏰ Última actualización: Jul 01, 2021 ⏰

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