Capítulo 2 - Dante -

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Apago el motor de mi coche y bajo dando un portazo. No sé en qué puto momento me dejé convencer por Jackson para ir a esa estúpida fiesta.

Camino metiendo las manos en los bolsillos de mis vaqueros hacia la puerta de la discoteca y no me hace falta mucho tiempo para darme cuenta de que está atestada de niñatos recién salidos del instituto. La noche pinta muy aburrida…

Me salto la cola ante las miradas de cabreo de los que esperan pacientemente su turno y me dirijo directamente hacia Mike, el portero, pero un brazo enclenque me sostiene por el hombro y escucho una vocecilla bastante aguda, para venir de un tío, increpándome.

- ¡Eh tú, la cola está allí detrás! -

De soslayo miro la muñeca del susodicho que me agarra y noto la luna creciente de su muñeca. Brujos a mí… Ni siquiera me hace falta abrir la boca, me giro parar mirarlo lentamente y noto como mis ojos se tornan de un color rojo sangre intenso al mirarlo.

- Eh… vale, tío, tranquilo… - musita el brujo soltándome asustado.

Vuelvo a girarme hacia Mike y hago crugir mi cuello estirándolo hacia los lados mientras mis ojos vuelven a su tono azulado natural.

- ¡Hey, Dante! - saluda Mike cuando llego a su altura. - No sabía que venías hoy, pasa. 

Hola Mike. - murmuro abriéndome paso hacia el interior sin ganas de charlas.

Como había previsto, la discoteca está hasta arriba y me atrevería a decir que más del 80% de los allí presentes acaba de cumplir los 18 años.

Echo un vistazo rápido por la pista de baile y veo una variopinta mezcla de celestiales y oscurecidos novatos que no saben ni mantener a raya los rasgos de su alter ego, dejando ver al mundo ojos de colores, colmillos, pieles de tonos poco naturales o incluso orejas puntiagudas.

Por fin, consigo localizar a Jackson y los demás y me acerco desganado.

- Vaya, vaya, vaya… Por fin te has dignado a aparecer por aquí. - sonríe él cuando llego a su lado.

- No me toques los cojones Jackson, sabes que no quería venir, me has prometido pagar mis copas. - bufo sentándome en el sillón a su lado. - ¿Qué hay Ivy? - saludo guiñando un ojo a la hermana de Jackson, que también acaba de recibir su marca y es incapaz de controlar el brillo de sus ojos verdes de licántropa por los nervios.

- Tío, no te metas con mi hermana que la tenemos. -

Levanto las manos en señal de rendición y llamo al camarero para pedir la primera copa.

Unas horas después, me levanto al baño más para quitarme de encima a la vampiresa esa, cuyo nombre ni recuerdo y que no me ha dejado en paz en toda la noche, que para otra cosa y me acerco a la barra para pedir otra copa, pero al fondo de la misma diviso algo que llama mi atención.

Una chica menuda y morena, que parece que no pega ni con cola en un sitio como este, celestial seguro, charla sentada en un taburete con un vampiro que no me da buena espina.

Me acerco un poco a esa zona, curioso, y entonces lo veo. En un abrir y cerrar de ojos la chica mira su móvil dos segundos y el vampiro saca un vial color rojo oscuro de su chaqueta y lo echa en la copa de la chica sin que esta se percate siquiera.

Noto como el hormigueo de siempre recorre la punta de mis dedos y sé que mis ojos se han vuelto rojos irremediablemente. En dos zancadas me planto en medio de los dos y agarro del cuello al maldito vampiro ante la mirada alucinada de la chica.

- Estoy seguro de que no tienes ni idea de quién soy ¿verdad chaval? - le escupo en la cara.

- Mi… Mierda… Sí, tú… tú eres Dante Bas. - tartamudea él asfixiándose en mi agarre.

- Si me conoces deberías saber que no quiero ver ni uno solo de esos viales rojos por mi zona. - con mi mano libre palpo su chaqueta hasta que doy con dos viales más y se los muestro. - Y mucho menos si los usas para drogar a chicas inocentes.

Mi agarre en su cuello se aprieta y lo escucho gimotear. Por el rabillo del ojo veo como la chica morena me observa con la boca abierta.

- Lárgate de aquí si no quieres que te mate. - susurro soltándolo de un empujón y observando cómo gatea hacia la salida.

Me giro hacia la chica, aún con mis ojos rojos, y me guardo los viales en la chaqueta.

- No bebas de tu copa. - le suelto observándola.

Hay algo raro en ella cuando la miro. Normalmente con sólo mirar a las personas sé a ciencia cierta si estoy tratando con un celestial o con un oscurecido, pero ella… Ella es como si no fuera ni una ni otra cosa o como si tuviera de ambas. O simplemente lo oculta genial, ¿quién sabe?

- Gracias, supongo. - responde por fin ella. - Soy Ishtar.

Miro su diminuta mano extenderse hacia mí para que se la estreche, pero, sin un minuto de paz para mí, veo justo detrás de ella a la vampiresa pesada de antes y decido aprovechar la situación.

Sujeto su mano rápidamente y la sostengo apoyada debajo de mi chaqueta en mi espalda para acercarme más a ella y fingir que estoy besándole el cuello a ojos de mi acosadora. La noto dar un brinco y se me escapa una sonrisa de los labios.

- No te muevas, necesito que parezca que estamos liados para que una tía me deje en paz. - 

La chica se estremece al notar mi aliento en su cuello y aprovecho para mirarla de cerca. Lleva el pelo largo y suelto cayendo sobre su sencillo vestido negro y sus labios llenos son de un tono rosa que le hace parecer una celestial inocente, pero su actitud y su forma de vestir podrían ser perfectamente típicos de una oscurecida.

- ¿Ni siquiera sé cómo te llamas y ya se supone que me estoy liando contigo? - la escucho susurrar.

- Dante, me llamo Dante, pero no te emociones, eres como un gatito para mí y no me van los gatitos. - sonrío al ver tensarse todo su cuerpo y me aparto cuando veo que la acosadora se ha largado.

Cuando por fin la miro a los ojos, no puedo evitar sorprenderme ante el cambio de color.

- Nunca hubiera dicho que eras una vampiresa también. - digo arqueando una ceja.

- ¿Perdón? - responde ella mientras pide otra copa al camarero.

- Tus ojos, son rojos, ¿no se tornan rojos los ojos de los vampiros cuando os enfadáis o excitáis o algo? -

Los ojos de la chica vuelven a su tono marrón mientras ella se pone pálida al instante y sale corriendo en dirección a otra chica rubia con mechas azules que baila en la pista, arrastrándola hacia la puerta de salida.

Me quedo como un pasmarote mirando la escena. ¡Qué chica más rarita!

El camarero trae la copa que había pedido ella y me apodero de ella para continuar con mi noche, que de repente ya no me parece tan aburrida.

Atraída por el mal [...A La Venta En amazon...]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora