Capítulo 34. Noticias

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Narrado por Nicolás.

No he visto a Edgar desde el día que fuimos de campamento y tampoco he visto mis ganas de vivir por ningún lado. No me siento bien, sé que no estoy nada bien, lo extraño, lo extraño muchísimo.

No es novedad que yo dependa tanto de él, aunque a veces la gran necesidad por tenerlo cerca me asusta. Es realmente como una droga, no lo puedo controlar, es algo que se crea solo. Pasar dos horas sin él es horrible y pasar un día sin él es desperdiciar un día.

Me asusta pensar de esta forma pero no puedo evitarlo, desde que Edgar se convirtió en mi único motivo para seguir respirando todo mi mundo gira alrededor de él. Todo el universo creado en mi cabeza está dedicado a él. Cada latido, cada parpadeo, cada respiración, cada acción, cada pensamiento,  todo es por él.

Deje de quererme para quererlo aún más a él. Así es cómo funciona esta enfermedad. Maldito amor, qué bueno que existe. Es la mejor enfermedad del mundo, me hace sentir sano aunque por dentro me estoy pudriendo de a poco.

Definitivamente no soy el mismo desde que conocí a Edgar, ya ni siquiera recuerdo al antiguo Nicolás, no sé cómo era y qué pensaba. No sé qué gustos tenía, qué quería hacer de grande, cuáles eran sus metas, qué era lo que le apasionaba. No recuerdo nada de él.

Edgar llegó y me violó la mente, se robó mi vida, mis recuerdos, mis principios, se robó todo y sé que él no tiene la culpa de nada. Él no es culpable de ser el amor de mi vida y a la vez mi hermano.

Si tuve una vida pasada seguramente fui un gran hijo de puta, eso explicaría por qué ahora me toca vivir así, enamorado de la persona éticamente incorrecta. Nunca podré gritarle al mundo que lo amo, nunca podré tomarlo de la mano en un lugar público pero no voy a dejar que eso me afecte. Mientras que los dos estemos secretamente enamorados todo está bien.

Estoy pensando las cosas demasiado de nuevo, siempre tengo que darle vueltas a todo una y otra vez, seguramente es porque no he visto a Edgar desde el campamento y no verlo me hace pensar como un loco.

El campamento fue hace tres días. Sí, no he visto a Edgar desde hace sólo tres días y me expreso como si hubiera pasado 3 meses sin verlo. Realmente esos tres días se sienten como tres años, pero anoche mientras padecía de insomnio he decidido que iré a verlo hoy. Vive a unas cuadras de mi casa, no sé por qué no me he animado a ir a visitarlo.

Siempre espero que él me invité a mí a hacer algo, que me mande un mensaje diciéndome que me extraña, que quiere verme, eso me hace sentir útil y querido. Pero en estos tres días ese mensaje simplemente no ha llegado, desde que nos graduamos de la universidad Edgar se ha dedicado a dormir como nunca, recuperando todas esas noches que pasó sin dormir por estudiar. Eso lo sé porque fue lo último que me dijo en un mensaje de texto.

Son las dos de la tarde y sigo en la cama, mirando el número de Edgar en mi celular mientras tengo un debate conmigo mismo, no sé si mandarle un mensaje diciéndole que yo mismo me invité a su casa o si sería mejor no mandarle nada y simplemente llegar…

“¿Estás en tu casa?” Escribo y envío sin pensarlo más.
“Sí, ven. Tienes que ver algo.” Responde a los 16 segundos.

No escribo nada más, leo su mensaje una y otra vez, una sonrisa se dibuja en mi rostro porque él también quiere verme. Me levantó de mi cama con toda la motivación del mundo, busco ropa limpia y voy directamente al baño con una sonrisa.

Enciendo la regadera, estoy ansioso por ver a Edgar, me desvisto, muero por estar con él, me meto bajo el agua y pienso en las inmensas ganas que tengo por llenarlo de besos. Tengo que decirle que tenemos que ir a buscar un departamento ya, no puedo soportar no estar sin él. Vivir bajo el mismo techo me haría las cosas inmensamente más fáciles.

Vaso rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora