I Trust You

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Durante todo el camino, buscaba y escogía las palabras correctas para contentar al rubio después de lo sucedido ayer. Sabía que una parte era su culpa por invitar a Griffin ¿Cómo no hacerlo? Es su mejor amigo y lo único que deseaba era que permaneciera en su mesa, no contó con que Elsie también fuera y todo se saliera de control.

Tuvo que presenciar cómo Ash temblaba y se desvanecía en plena celebración al encontrarlos, fue tan incrédulo al pensar que nada malo pasaría. Por esta razón, se encontraba frente al edificio dudando si buscarlo o no. Quería mucho al menor, incluso sentía que era su hijo, y pensar que fue responsable de su reciente desconexión con el mundo era fatal.

— ¿Ya llegaste?

— Sí, pero no sé qué diré —suspiró.

— No tienes por qué culparte por ello. Explícale todo a ese cabeza hueca, lo entenderá —dijo la mujer tras la otra línea con el objetivo de calmar a su preocupado esposo.

— Igual. No puede evitar sentirme algo mal —dijo desganado entrando al edificio y al ascensor hasta el apartamento del menor.

— ¡Maxno Glenreed! —exclamó— Conoces a Ash más tiempo del que me conoces a mí, tienen un lazo fuerte que no les gusta admitir. Habla con él como se debe y verás que todo estará bien. Si no arreglan las cosas, los encerraré en un cuarto hasta que hagan las pases, ya verán ¿Entendiste?

— Jess...

— ¿Qué?

— Elegí a la mujer perfecta.

— ¡Max! —reprochó avergonzada por el dulce comentario de su amado.

— Está bien —rio al llegar al piso encaminándose— Ya llegué. De seguro vino a casa después de huir, no creo que haya pasado algo tan malo.

El mayor estaba a punto de tocar el timbre hasta que la puerta se abrió repentinamente. Sin duda alguna lo reconoció al instante, era Akiko, el bailarín exótico del cabaré. Su cabello estaba desordenado, su saco colgaba en sus hombros y su cabello derrochaba finas gotas de agua. Sin querer, chocó contra Max y él lo tomó de la muñeca para no dejarlo caer. Pudo visualizar al rubio que se hallaba a un metro de ellos. Su ropa desarreglada, el cabello húmedo y la toalla pasando por su pálido rostro hacía maquinar demasiado a la razón del castaño.

— Hola, viejo —dijo el menor de los tres con tranquilidad.

— Señor Max —dijo Eiji recuperando la compostura y saliendo por el umbral en silencio— Me debo ir ahora mismo ¡Lo siento!

El ojiazul veía como el pelinegro trotaba a paso veloz y desaparecía tras las puertas automáticas del elevador dejándolo absorto a más no poder.

— ¡Max! ¿Qué pasó? —se escuchó la voz de Jessica que aún seguía en la llamada, el castaño acercó el celular a su oído sin quitar los ojos del menor.

— Hablamos luego, cariño. Debo encargarme de algo —cortó sin dejar espacio a que la mujer dijera algo más.

Entró al departamento y cerró la puerta, tomó al menor de los hombros, lo sentó en el sillón y se situó a su lado. Por su cabeza pasaban muchas cosas e intentaba reorganizarlas para averiguar qué decir a continuación dejando al otro confundido por su extraña actitud.

— ¿Qué te pasa?

— Ash... Sabes que tú puedes tener confianza en mí —empezó a decir el mayor mientras jugaba con sus manos. Se sentía como si fuera un padre hablando por primera vez de algo muy privado con su primogénito.

— Ve al punto, anciano —refunfuñó el ojiverde levantándose— No tengo tiempo para tonterías.

— ¿Lo hiciste con ese chico?

SUAVE LUZ [Banana Fish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora