Un pueblo tranquilo y una vida cotidiana, el deseo de Zoe de que llegara algo emocionante a su vida parece cumplirse con la mudanza de un extraño chico de ropas oscuras.
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Habíamos dejado que la corriente nos arrastrara, solo un poco, hasta que nuestra ropa y cosas no quedó más a la vista. Haciendo competencias de "quién nadaba más rápido" "quién podía sumergirse por más tiempo", o salir a la orilla y saltar al agua, una y otra vez, riendo y jugueteando, abrazandonos bajo el agua de vez en cuando, y cuando me atrapaba daba besos en mi piel, besos fríos sobre mi mejilla o mi hombro, haciendo que los escalofríos me recorrieran entera.
No fue hasta más tarde que vi que el río había crecido, y el cielo se había puesto gris, el sol había desaparecido y el viento soplaba más fuerte, ocasionando que temblara. Con el agua empujandome cada vez más.
"Rob, creo que deberíamos irnos"
"¿Por qué?" preguntó para después sumergirse, nadando bajo el agua cristalina contra la corriente, como un pez, moviéndose con gracia.
Apenas iba a darle mis razones cuando la lluvia cayó sobre nosotros, acompañada de un fuerte trueno. No era una simple brisa, se había desatado la tormenta sin aviso alguno y unos cuantos relámpagos iluminaban el cielo. Las gotas golpeaban mi cabeza, casi bloqueando mi visión, poniéndome nerviosa, pero al mirarle noté que tenía los brazos abiertos al cielo, riendo a carcajadas, intentando beber el agua de lluvia con su lengua de fuera. Rodé los ojos, sonriendole.
"¡Nuestra ropa!" gritó de la nada, lo habíamos olvidado por completo. Me ayudó a salir del agua, resbalando en la orilla, antes de dirigirnos hacia la mochila, prendas y zapatos que habíamos dejado y ahora estaban empapadas.
"Todo se llenará de lodo" dije en voz alta, intentando escucharme entre los truenos y viento. Le miré ponerse los zapatos unicamente, tomando su mochila y mi vestido tras su hombro.
"¡Tenemos que irnos! ¡Ahora! ¡Da igual! ¡Estamos mojados!" la sonrisa se extendió por su rostro. Negué con la cabeza al entender lo que quería decirme, pero no tuve otra opción. Me coloqué los zapatos de igual forma, y sus dedos se entrelazaron con los míos en un fuerte agarre
"Robert" quise protestar, asustada por los relámpagos que iluminaban su rostro, el cielo parecía enfurecido. Podíamos quedarnos bajo los árboles a esperar que se calmara, pero claramente no iba a pasar
"¡Corre!" gritó tirando de mí.
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