16. La cabaña

29 2 0
                                    

—Estáis como dos putas cabras si se os pasa por la cabeza que yo voy a entrar ahí —bufa Ali cruzándose de brazos.

—Pues no entres, nadie te obliga —responde de forma sencilla Len mientras intenta no caerse al lago.

Estamos intentando trazar un camino entre rocas, ramas y hierba muy espesa para rodear el lago y poder llegar hasta la cabaña.

A medida que nos acercamos, se hace más grande e imponente, lo que me hace tragar saliva para intentar autoinfundirme valor.

—El trato es o todos o ninguno, Ali. Que no se te olvide —recalca Hugo al final de la fila.

La americana resopla. Yo la entiendo, en el fondo estoy muerta de miedo y no me hace ni gracia pensar en entrar en esa espeluznante cabaña.

Faltando tan solo unos metros para llegar, nos detenemos y estudiamos qué hacer.

—Está claro, ¿no? Entramos y registramos el lugar —dice Lucas con obviedad.

—Pero, ¿y si hay alguien dentro? —pregunta Ali con temor en la voz.

—Le damos de piñas.

Todos nos paramos a mirar a Hugo, que se encoge de hombros.

—A ver, no podemos quedarnos todo el día aquí como idiotas, ¿quién va a estar ahí dentro? —bufa Len exasperada.

—Len tiene razón. Es una cabaña roñosa, nadie en su sano juicio viviría ahí —concluyo finalmente.

De forma muy lenta y cuidadosa, avanzamos el tramo que nos queda hasta el viejo porche. Las tablas de madera crujen bajo nuestros pies y el ruido de pequeñas patas correteando de un lado a otro hacen que me recorra un escalofrío.

Elena toma la iniciativa y entra de forma decidida. La sigo rápidamente hacia el interior, una sala de estar se presenta como recibidor, en la que están situados una silla mecedora, una mesa de noche con una tele muy vieja descansando sobre ella y, lo más espeluznante de todo, una cuna.

El ambiente es húmedo y oscuro, y tenemos que taparnos la nariz con la camiseta cuando un olor enfermizo inunda nuestras fosas nasales.

—¿A qué coño huele? —pregunta Alison asqueada.

Elena se acerca a la cuna y con la mano envuelta en un pañuelo revela lo que una sucia manta de bebé esconde debajo. Tan pronto como ella salta, retrocede y ahoga un grito me acerco hacia la cuna para ver mejor.

—De aquí viene el olor —revelo reprimiendo una náusea.

El pequeño cadáver de un bebé, del que ahora sólo quedan los huesos junto con un poco de carne pegada, descansa en la cuna.

Me tapo la boca con las manos y me aparto para vomitar a través de una de las ventanas hacia el bosque.

Y de pronto la puerta, que permanecía abierta, se cierra con un sonoro portazo. Lucas se acerca corriendo intentando abrirla, pero su forcejeo es inútil.

—¡Mierda! —exclama Alison con dificultad para respirar.

—No nos alteremos, con miedo solo lo hacemos peor —aconseja Len, en un intento de calmar la situación.

En el momento en que me incorporo, unos ojos rojos me observan en uno de los laterales del lago. Su expresión de odio me remueve por dentro y sólo me sale cerrar la ventana con fuerza.

—Está aquí —expreso en cuanto me doy la vuelta.

Todos me miran perplejos y nos quedamos callados por unos segundos, que se hacen eternos. Nos miramos unos a otros procurando no movernos.

Al otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora