Tres copas

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- Hola señorita. Solo deme un minuto y te atiendo, ¿de acuerdo?

Una frase tan simple, un lugar común podríamos decir, sacó a Valentina del apuro. Se imaginó todas las veces que ese contacto físico la incomodaba. Desde el día en que fue a hacerse un tratamiento facial cuando era adolescente hasta la última vez que tuvo relaciones sexuales, esperando que ese momento terminara y pudiera levantarse, vestirse y salir corriendo. Las personas no eran su fuerte, pero tampoco los animales. Ella no entendía por qué tener un animal, ya que no tenían función, son sucios y te hacen gastar más dinero del necesario. Podríamos decir que Valentina tenía fobia a la convivencia innecesaria y acercamientos sin motivo práctico. El sexo no era una razón práctica, ya que nunca había sentido nada más que aburrimiento con otra persona, por lo que no lo consideraba una buena razón para eludir sus propias reglas.

- No estoy esperando. Gracias. - respondió la abogada después de un rato divagando en sus pensamientos. 

Con eso, la joven masajista ya había enderezado su silla y se volvió para finalmente prestar atención a esos ojos aterrorizados de la rubia que estaba parada frente a ella. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de la morena, que por cierto era muy bonita.

- Oh, lo siento. Pensé que como estabas observando ...

- No estaba observando nada. Solo estaba aquí, parada, sin nada que hacer, esperando mi vuelo, ¿de acuerdo? - fue un poco más grosera de lo que normalmente era, que ya era bastante déspota con quien ella quisiera. 

El rostro de la morena cambió de una sonrisa de levedad a una mirada de incomodidad y un ligero enfado, ya que Valentina no fue para nada cordial en su respuesta. Sin decir una palabra, la morena de ojos oscuros se dio la vuelta, solo asintió con la cabeza en señal de afirmación y reprimió las palabras que quería que salieran de su boca, pero, que por no perder su trabajo, no se atrevió a decirlas.

Tan pronto como Valentina vio que la joven le daba la espalda, un sentimiento se apoderó de ella. Qué estúpida, pensó - no tenía por qué ser tan grosera, pero es que también, qué chica tan entrometida, pensando que la estaba observando masajear a ese hombre, tocándolo tan mágicamente, con esas manos finas y delgadas ... Ahora mismo, sus ojos se abrieron más y ella tuvo que alejarse unos pasos de allí y tomar un poco de vino. Su cuerpo se sentía extraño y no entendía y no quería entender por qué. Encontró un lugar para sentarse y tratar de olvidar lo que acababa de suceder. Abrió su computadora portátil y miró su reloj - Aún faltan dos horas para mi vuelo - Decidió concentrarse en los informes que tenía que entregar el lunes para pasar ese maldito tiempo en ese maldito aeropuerto. - John va a pagar caro haberme hecho perder el vuelo ...

En medio de las anotaciones de sus casos, el seguimiento de clientes, las hojas de asistencia, tomó un sorbo de vino tinto seco y, curiosamente, no pudo evitar pensar en la mirada de esa chica. ¿Qué tenía esa masajista que la hacía sentir tan culpable por hablarle de esa manera? Ella era así. Valentina era antipática, fría, distante y no le importaba serlo. Entonces, ¿por qué entonces aquel sentimiento daba vueltas en su mente? Por no decir una palabra más, estaba molesta por haber sido tan dura y directa. Nunca había experimentado esto en su vida, ni siquiera cuando una vez avergonzó a una de sus parejas sexuales simplemente dejándolo en medio del sexo, pidiendo un taxi y saliendo, alegando que además de besar mal, hacía mucho ruido durante el acto, lo que la puso nerviosa.¿Quién le manda verme parada ahí y deducir que yo quiero algo? Pero ella solo estaba haciendo su trabajo, Valentina. Mierda.

Después de tres copas de vino y martirizarse durante casi una hora y media, tuvo una epifanía. Un pensamiento claro cruzó por su mente, algo que ella consideraba casi imposible que sucediera. Agarraría coraje, se levantaría de esa silla, iría a ver a la chica para disculparse, aunque no creía que hacía falta hacerlo. Me disculparé, el solo pensarlo la hacía sudar y Valentina odiaba transpirar. Pensaba que era una reacción sobrevalorada, totalmente controlable. No en ese momento. Y así, extrañamente, lo hizo. Cerró su computadora, guardó sus papeles y se levantó levemente sacudida por las copas de vino de las que ahora se arrepentía haber tomado. Se aclaró la garganta mientras avanzaba hacia el espacio reservado de la morena que la había dejado tan inquieta. Se acomodó bien su ropa de diseñador alrededor de su cuerpo para no verse tan borracha y caminó hacia ese rincón oscuro donde volvería a encontrarse con esa mirada de enojo. Al acercarse, vio que la silla ya estaba en un rincón, las luces incluso tenues como si el lugar ya estuviera cerrado. Unos segundos después, escuchó una frase en voz alta y reconoció la voz del hablante.

- ... ¡no quiero saber! No te debo nada más. ¡Vete al infierno! 

La voz era claramente fuerte y no parecía una conversación amistosa, lo que indica que quienquiera que estuviera al otro lado de la línea no era una persona muy querida por esa morena. Valentina se dio cuenta que ella tampoco era bienvenida al darse cuenta de que había vuelto a mirar a la mujer, paralizada y boquiabierta. Ésta, cuando vio a la rubia estática y silenciosa mirándola, no pudo contener más sus palabras.

- ¿Me vas a decir de nuevo que no estás observando? - Valentina no respondió nada, solo la miró y la dejó hablar. - No sé cuál es tu problema, si tienes algo en contra o si te pone cachonda que sea masajista, no lo sé. Pero debes saber que no solo porque tengas dinero puedes hablarle a la gente como lo haces. - A Valentina le disparaban con palabras y con una mirada penetrante cargada de dolor y rabia. Se quedó en silencio y paralizada. - ¿No vas a responder? - La abogada se olvidó de que estaba allí para disculparse y no pudo contener su instinto que era el de ser detestable.

- Eres demasiado detestable como para ser masajista. - El alcohol realmente no era amigo de Valentina en esos momentos. Con esta sentencia totalmente prescindible, vio un huracán acercándose a su cuerpo, en llamas, con llamas saliendo por sus poros, llegando a gran velocidad, casi pegando su rostro al de la abogada de lo cerca que estaba, causando incomodidad a la rubia. 

- Y tú, para ser una mujer tan hermosa, eres una perfecta idiota. - ¿Eso fue un cumplido? Pero fue dicho con tanta rabia, que sonó más como un insulto. La morena desvió la mirada, paso de lado de Valentina golpeándola con fuerza a en el hombro y caminó hacia la puerta del vestíbulo, indicando que se había acabado el tiempo. Sin mirar atrás, salió y dejó a la rubia en un profundo pensamiento de derrota. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué tenía que ser tan perra? Pero ella siempre había sido considerada como una perra. Entonces, ¿por qué ser una perra con esta chica la afectaba tanto?

El horario de vuelo llegó. Valentina tomó asiento en el avión en el área Ejecutiva y trató de relajarse después del torbellino de eventos. El vuelo fue breve, duraría alrededor de una hora, lo que la dejó mínimamente feliz, ya que no podía soportar más toda esta misión y solo escuchar a su madre quejarse todo el fin de semana. Obligaciones, Valentina, Obligaciones.

El fin de semana sería una oportunidad para adelantar informes sobre un caso importante en el que ella era la abogada principal. Era un caso difícil, pero ella nunca se rendía. Su cliente había sido acusado de asesinato y tráfico de drogas, un caso que la rubia no podía dejar escapar. Valentina podía engañar con su belleza exterior, dejando a los hombres con la boca abierta babeando, pero en cuanto mostraba su frialdad en defender a sus clientes, por peligrosos que fueran, se convertía en una máquina, y, para muchos, ya no una mujer atractiva. Era su as bajo la manga y lo sabía. Nunca perdía la compostura y nunca parecía débil frente a sus clientes y oponentes. Estaba demasiado bien entrenada para no sentir nada.

Exactamente lo que no estaba sucediendo en ese vuelo de una hora. Lo que pensó que pasaría rápidamente resultó ser un vuelo demasiado largo. Nunca antes una hora se le había hecho eterna y ¿por qué pensaba que necesitaba volver a ver a esa morena e intentar disculparse? Mierda Valentina. Deja de pensar en eso. Nunca la volverás a ver. Lo que se supone que debería dejarla más tranquila, la llevó de inmediato a un mar de emociones confusas. De una forma u otra, aquello debía tener una solución. Simplemente que ella no sabía cual todavía.

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Las leo chicas 👀

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Esta historia NO me pertenece, todos los créditos son de Taikleisla23 que amablemente me dejó traducirla al español.

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