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—Entonces, ¿Qué vas a hacer cuando termines?

Manuel se puso nervioso. Venía esquivando esta pregunta hace tiempo, enfocándose en el estudio y el resto, bueno, el resto es problema del Manuel del futuro. El Manuel del presente tenía que rendir materias y trabajar, no pensar en angustias venideras. Pero Sebastián era certero, preciso y hasta un poquito inconscientemente cruel, siempre sabiendo poner el dedo en la llaga.

Y estaba ahí, fingiendo que eran conocidos de toda la vida, compartiendo una mesa, un mate, una habitación, un momento íntimo con una charla delicada. Ni siquiera eran amigos. Era el hermano de su compañero de piso, que llegaba cuando quería diciendo que le avisó a Martín, pero Martín nunca le avisaba a él, entonces era lo mismo que caer de la nada. A devolver la minipimer, a pedir prestada una corbata, a devolver un taper, a pedir prestada un poquito de nuez moscada que igual aquí siempre había porque la nuez moscada no se usaba nunca. Desventajas de vivir en el mismo edificio.

No somos amigos, le hubiera querido decir. Sin embargo, tal vez necesitaba que alguien lo presionara a hablar del tema, a dejar de esquivarlo para enfrentarlo. Qué hacer ahora.

Vino a la Argentina exclusivamente a estudiar, con la idea de concentrarse sólo en eso. Anotarse en arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, conseguir una habitación cerca de la facultad y un laburo con el cuál pagar la renta, las fotocopias y la comida. Eso había sido hace cinco años, cuando su camino se cruzó con Martín. Cinco años y ahora rindió el último final pendiente (la optativa de Arquitectura sustentable), sólo le quedaba terminar las Prácticas Profesionales Asistidas: entre Manuel y el título sólo había de tres a cuatro meses más.

Y ahora qué iba a hacer cuando terminara, le preguntaba. ¿Y qué iba a hacer?

—Volver a Chile, ¿Qué más?

—¿Y no le vas a decir? —preguntó, cebando otro mate para ofrecérselo.

—Él ya sabe cuándo se termina el alquiler y cuáles fueron siempre mis planes.

—No me refería a eso.

Manuel negó el mate. Sebastián lo atrajo hacia sí, mirándolo con fingido desinterés. Detestaba que fuera tan acertivo y hubiera descubierto hace años que estaba enamorado de Martín, pero al menos era un ser humano decente y no decía mucho al respecto.

—¿Para qué? Los dos sabemos que me va a rechazar.

Sebastián no dijo nada. Sorbió de la bombilla, el sonido siendo el protagonista del departamento por unos momentos de silencio absoluto. Manuel se preguntó por qué estaba sucediendo esta conversación, pero comenzó a frustrarse (o llevaba años frustrado) así que la continuó incluso en contra de su propia voluntad.

—A Martín le gusta gustarle a la gente, pero no le gusta la responsabilidad de gustarle a la gente cercana —declaró con cierto desdén.

—¿Por qué? —inquirió, probablemente teniendo su opinión al respecto, pero reservándosela.

—Porque es un cagón —respondió con simpleza—. No tiene los huevos para darme una oportunidad.

Sebastián se rio, entre sorprendido y cínico. Asintió, quién sabe si de acuerdo o procesando su punto de vista. Manuel no se estaba poniendo en ningún pedestal alto, sino que era un pensamiento generalizado: Martín no le daba una oportunidad a nadie. Podía tontear con medio universo, pero responsabilizarse y establecer una relación seria era otro asunto. Una vez su hermano mismo le confirmó que nunca tuvo una relación seria en toda su vida, pero no le parecía nada raro dado a que nunca se comprometía con nada.

Hace cinco años que estaba estudiando medicina y todavía no llegaba a médico clínico porque no le daba el suficiente tiempo, porque también era recepcionista casi de manera full-time en una clínica privada, recibía clases e iba a eventos profesionales de tango -soñando un día vivir de ello, sabiendo que en esta economía era imposible-, siendo medio influencer en Instagram, haciendo alguno que otro laburo de modelaje o propaganda, sacando fotos semi-profesionales para sus redes y como hobbie -participando en concursos que nunca ganaba-, componiendo música y aprendiendo instrumentos de forma autodidacta con videitos, armando ideas y guiones para cuando empezara con su canal de YouTube, el cual nunca arrancaba porque, por supuesto, Martín Hernández hacía todo y no tenía tiempo para hacer algo completo.

Convénceme - ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora