Prólogo

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Existen personas que juran no tenerle miedo a la muerte ya que es algo inevitable y que en algún momento de nuestras vidas va a ocurrir, pero yo no, mi más grande miedo era morir, hasta hace unos años, cuando decidí terminar con mi vida por primera vez, ¿que ocurrió para temerle más a vivir que morir?, en realidad no lo sé.

Cuando llega la noche, mi habitación se convierte en mi más fiel confidente, al salir la primera lágrima se que me espera una larga y atormentadora noche, no se en que momento va a parar, hasta que al siguiente día despierto, con un gran vacío en mi corazón y mente, haciéndome a la idea de que ese momento se repetirá hoy, mañana y el día siguiente a mañana, es un acontecimiento que forma parte de mi rutina diaria, ¿quiero que se siga repitiendo?, en realidad no, pero a pesar de haber tenido un día espectacular, donde me sentí feliz por un momento, vuelve y vuelvo a la soledad al terminar el día y no es por cosas que suceden a diario, es como una película de todas las veces que no me sentí parte de algo, ni siquiera de mi mente, de los recuerdos de mi infancia, de absolutamente todo, es por eso que una persona dañada debería de vivir poco, ¿es algo egoísta?, demasiado diría yo, pero cuando el corazón sufre el primer daño, no habrá manera de que sea reparado, es como una cicatriz, la piel dañada jamás vuelve a estar como antes, a pesar de que cerró completamente.

A. Hernández 🥀

El adiós, si es para siempre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora