Capitulo XI

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Apenas salir del otro lado, eliminé los restos de cenizas.

–Buenas tardes, señor.– Sonreí.

–Buena tarde, Mark, ¿Llegaron los pedidos?– Hizo una reverencia.

–Están en su habitación, señor.– Suspiré un "gracias" cuando pasé a su lado.

Contrario a la mayoría de elfos que tienen nombres extraños, mi abuelo me explicó que los dueños de la casa tienen la obligación de nombrar a cada uno desde que nace, así que estoy bastante satisfecho con esto.

–Emili está preparando el almuerzo aún.– Levanté la mano.

–No se molesten, recién desayuné.– Él continuó diciéndome los cambios implementados mientras avanzábamos entre pasillos.

La mansión está dividida en dos: este y oeste. Aunque la división no es obvia en los pisos inferiores, en el tercero sí. En la pared, al lado de la puerta de la habitación principal (la mía), había un enorme y horrible cuadro retratando la casa en la montaña. Me detuve frente a él.

–¿Sería mucho pedir que quiten esto? Me gustaría que lo llevaran al sótano.– Entré solo. Dejé la mochila sobre la cama y miré todo con detenimiento.

La cama era, sin duda, más grande de lo que estaba acostumbrado. En colores opacos, se asomaba un árbol genealógico al lado del armario, en la pared, me acerqué para revisarlo. Había partes quemadas, oscurecidas de más por el tiempo, traté de limpiarlo con un hechizo pero mi magia simplemente desapareció antes de cumplir su efecto, lo intenté de nuevo y obtuve el mismo resultado, entonces junté de mi propia concentración cruda y la empujé contra el tapiz. Su color pareció revivir en el acto, se volvió más frondoso, crecieron más raíces y ramas, los nombres borrados reaparecieron y en el centro del tronco resaltaba uno, escrito con brillantes letras doradas:

"Rei Salazar Nava"

Sonreí. Un par de toques en la puerta me sobresaltaron.

–Mark me dijo que llegaste de repente, ¿Ocurrió algo?– La puerta estaba abierta de par en par, fue mi culpa no cerrarla. –Oh, descubriste el árbol...– Regresé la vista a la pared. –... Debo decir que es una vista deprimente.– Ladeé la cabeza. –Solía tener colores vivos y...–

–Así es cómo yo lo veo. Acabo de descubrir que no se limpiaba y...– Callé. –Lo siento.– Agaché la cabeza.

–Aún no entiendo por qué te disculpas siempre que hablas conmigo.– Se acercó.

–N-no es nada. Perdón por venir sin avisar.– Puso su mano en mi hombro cálidamente.

–No debes darme explicaciones, ésta es tu casa, o bueno... Lo será apenas cumplas la mayoría de edad.– Suspiré.

–Yo... Lo arruiné.– Traté de mirarlo a los ojos, pero la vergüenza me venció a medio camino.

–Eres una mente brillante, ¿Qué te orilló a decir eso?– Me sentí asqueado por un toque tan comprensivo. Yo no lo merezco.

–Tuve una discusión con My Lord y escapé de El Jefe. Seguramente no querrán verme en un tiempo... O quizás quieran asesinarme mañana. Lamento ser tan estúpido.– Debo decir que titubeó, pero se mostró calmo y apacible.

–Todo problema tiene solución. Hablaré con ellos.– Suspiré.

–Lo lamento. En verdad.–

–Lo sé. No voy a culparte por eso, ambos pueden ser muy... Extremos y espontáneos, es normal que hayas estallado en rabia por un momento.– Sacudió la cabeza suavemente. –Dejando eso de lado, ¿Cuántas horas al día duermes?– Reí nervioso.

RavenclawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora