Capítulo 60

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Capítulo 60

Me incorporé dolorosamente con los ojos vidriosos, y me agarré a los sucios barrotes de metal, mirando el estado de Albert. Pude vislumbrar desde aquella cercanía que la sangre de su camiseta se debía a una brecha que el pequeño tenía en la frente, sucia y ensangrentada como los mechones rubios que caían sobre ella.

-Cariño, ¿estás bien? ¿Qué te han hecho? –Pregunté de forma desesperada, intentando contener las lágrimas para no asustarlo, mirándolo a los ojos, preocupada.

-Estoy bien, me han obligado a leer la mente de muchos vampiros y personas que no conocía. Quieren matar a Eric y a papá.

-Tranquilo, eso no va a pasar. Vamos a salir de aquí. –Encontré mi móvil en uno de los bolsillos del pantalón, pero en aquel lugar no había cobertura, con lo que volví a meterlo de nuevo en el bolsillo y miré al rubio otra vez. –Cariño, ¿no puedes mover los barrotes?

-No, ya lo he intentado, pero no soy lo bastante fuerte.

-Vale, no pasa nada. –Respondí con una pequeña sonrisa, pasando a separarme de los barrotes. Observé la pequeña celda en busca de algo que me pudiera servir, pero sólo encontré una tosca rama de madera. Con enfado volví de nuevo a los barrotes y posé mis ojos en los visiblemente más oscuros de Albert.

-Sí, tengo hambre. –Respondió antes de que le preguntará nada, mientras miraba mis manos ensangrentadas.

Antes de que pudiera volver a hablar, la puerta de aquella mazmorra se abrió y uno de los lacayos de los Vulturi se acercó a la celda de Albert, abriéndola y sacándolo del lugar con brusquedad mientras le hacía caminar hacia el exterior. Comencé a gritar preguntando que a dónde lo llevaban, pero como era de esperar, no me hizo ni caso. Sólo Albert rompió el silencio gritándome.

No pude soportar la frustración y comencé a llorar golpeando los barrotes inútilmente, hasta que el cansancio se apoderó de mí y me dejé caer en el suelo.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que se llevaron a Albert. Me incorporé después de haberme quedado dormida, y observé que su celda aún estaba vacía. Segundos después de que me levantase, comencé a escuchar gritos y golpes provenientes de la parte alta del castillo. Me temí lo peor.

Minutos después, Jane apareció en aquel oscuro lugar y me sacó de la celda con la misma violencia que acostumbraba.

-Ya han llegado las visitas, y ante todo hay que ser educado. Te están esperando. –Dijo la rubia sonriendo, para después empujarme de forma agresiva y hacerme andar hacia la estancia circular.

Al adentrarnos en la gran sala de los tronos, pude ver a Carlisle y Eric encadenados salvajemente con fuertes cadenas. Eric parecía sufrir considerablemente y desprendía humo como si se estuviera quemando. Imaginé que las cadenas eran de plata. Al lado de Aro, uno de los bestias de su comitiva tenía a mi hijo sujeto mientras este miraba con aprensión a su padre y a Eric, arrodillados ante el odioso trío.

-¡Estupendo, ya estamos todos! Ponla cerca, Jane. –Dijo de forma maliciosa el vampiro, haciendo que la rubia me acercaba a Eric y Carlisle. Me colocó en un lateral donde podía observarlos a ambos y a Albert. –Bueno, en tu ausencia han ocurrido grandes cosas, Nadine –Habló una vez que Jane me había atado con unas simples cuerdas-. Por fin Eric se ha dado cuenta de que sus vasallos no somos lo que éramos, ni lo que él pensaba.

-Pagarás por esto, Aro, tú y todos tus jodidos hombres. –Bramó Eric mientras se revolvía tratando de zafarse de sus cadenas, sin éxito. Aro soltó una divertida carcajada antes de tomar la palabra.

-Ahora, hay dos opciones. U os rendís y seguís nuestras órdenes a partir de ahora, o moriréis todos menos el híbrido. Es demasiado útil para desperdiciarlo.

-Antes que chuparte el culo prefiero morir.

-Espero que Carlisle sea más considerado. ¿Acaso quieres que la pobre Nadine muera desangrada ante tus propios ojos y los de tu hijo? Piénsalo, todo podría ser como al comienzo.

-Sólo un necio haría tratos con vosotros. –Respondió Carlisle con tono serio y mirada desafiante hacia Aro, mientras yo observaba la escena con un terror inexplicable.

-Muy bien, veo que lo tenéis claro, así que... que comience el espectáculo.

El vampiro se sentó en su trono de forma elegante y chascó los dedos, haciendo que dos de sus hombres se dirigieran hacia mí con decisión. Mientras yo, como podía, daba pasos hacia atrás sin apartar la mirada de ambos individuos, pero me alcanzaron fácilmente y cada uno me arrancó la manga de la camiseta de su lado y las cuerdas que me ataban, para después sujetar mis brazos y llevárselos a la boca, mordiéndome de forma brutal. Pude notar como ambos succionaban mi sangre y la ponzoña de sus colmillos con el líquido rojo. No pude evitar chillar de dolor.

Vislumbré fugazmente a Carlisle revolverse ansioso tratando de salir de su agarre, al igual que Albert. Eric por su parte fulminaba con la mirada a Aro y le decía que detuviera aquello.

Aproveché un momento en el que los vampiros estaban distraídos debido al éxtasis de la sangre y saqué aquella rama gruesa de la celda de mi bolsillo, clavándosela a uno de ellos en el pecho con todas mis fuerzas. Acto seguido, el hombre chilló dolorido mientras el otro me agarraba del pelo con brusquedad, y me propinaba un fuerte bofetón que me derribó, haciendo que cayera al lado de Carlisle y Eric.

Tras aquello, todo se volvió confuso; Eric gritó furiosos a Aro y los demás mientras Carlisle me hablaba preocupado, intentando acercarse a mí, sin éxito. Albert me gritaba desesperado llorando al observar que no me movía, y consiguió zafarse de los brazos de uno de los vampiros, y corrió hacia mí.

-¡Qué tierna escena! No hay nada como el amor de un hijo por una madre. Seré indulgente y dejaré que te despidas de ella.

Aquel era mi momento y no dudé en aprovecharlo, así pues, me quedé sumamente quieta como hasta entonces y comencé a pensar lo que necesitaba que Albert hiciera.

Toca mi espalda si me has escuchado, cariño. –Pensé después de desglosar mi plan, y acto seguido, la pequeña mano del chico se posó suavemente en mi espalda, entonces un segundo después, Albert salió corriendo de la sala a velocidad vampírica dejando a todo el mundo extrañadísimo.

-¡Id tras él! –Gritó Aro mientras se ponía en pie, y todos sus lacayos abandonaban la estancia a la velocidad de la luz.

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