Capítulo 49

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Habían pasado dos lunas, pero la cuna del pequeño Ragnar permanecía en el mismo lugar, aún no había mandado sacarla de la casa. Confiaba en Melia y en Ubbe, pero la angustia no abandonaba su cuerpo, algo que Gunnhild había notado e intentaba distraer a Ligia. Esa mañana Ligia había aceptado ir a Kattegat para recorrer el mercado con la escudera, sabía que ella tampoco estaba bien. Se sorprendió al descubrir la aventura de Björn con una de las esclavas, de nombre Ingrid, pero mayor sorpresa fue descubrir que Gunnhild le había propuesto a su marido tomar a aquella mujer como segunda esposa. Todo había empeorado tras la celebración de la boda con ella, Ligia había reconocido las expresiones de Gunnhild, esas miradas serias, esas sonrisas impasibles a lo que les rodeaba, como ella, se mantenía fuerte ignorando sus sentimientos.

El silencio reinaba entre ambas, lo contrario que a su alrededor, donde las voces de los mercaderes inundaban las calles. La marcha de Ubbe al principio había alterado la rutina en Kattegat pero, tras todo este tiempo, todo había vuelto a la normalidad, dentro de lo posible. Ligia miró el rostro inexpresivo de la escudera viéndose reflejada en él, negó mentalmente mientras forzaba una pequeña sonrisa antes de comenzar a hablar.

– ¿Qué tal si damos un paseo?

– Ya estamos paseando – Gunnhild señaló obvia a su alrededor.

– Me refiero a un lugar más tranquilo.

– ¿Qué tienes en mente?

– Se me había ocurrido ir al poblado – Se detuvo frente a Gunnhild. – Es un trayecto algo largo, pero podremos hablar, o seguir en silencio con nuestros propios pensamientos. – Una sonrisa triste asomó en el rostro de la escudera.

– De acuerdo – Gunnhild aceptó. – Pero antes avisaré a mis escuderas, deben saber a dónde voy.

El sonido del viento entre los árboles junto con el suave ruido de sus pisadas era lo único que se escuchaba en el bosque, Ligia suspiró suavemente tras mirar a su alrededor. El frío azotaba fuerte y, pese a ella no sentirlo, veía cómo Gunnhild se encogía sobre su caballo. Este invierno estaba siendo especialmente duro, el hielo había llegado hasta la playa, bloqueando el acceso al mar. Las armeras se encargaban de mantener alguna abertura que conectara la superficie con el fondo, pero se cerraba a las pocas horas, obligando a montar guardias diarias a la espera de cualquier viajera que necesitase abrirse paso a la superficie.

– ¿Puedes decir algo, por favor? – Ligia rompió el silencio.

– ¿Qué quieres que diga?

– Lo que sea, cualquier cosa.

– No me molesta que Björn haya tomado a Ingrid por esposa. – Gunnhild mantenía la mirada al frente, cubriendo sus manos con su capa. – Si es a eso a lo que te referías, claro... Llevo a su hijo en mi vientre, sé que no me abandonará.

– Una cosa es molestia y otra dolor. – Ligia detuvo a Gunnhild cruzando su caballo en el camino. – No te molesta, sabes que Björn no es tu prisionero, es un hombre libre... – Dejó de hablar al ver sus ojos claros humedecerse por las lágrimas.

– Sí, me duele, me duele verlo con ella, me duele imaginarlo amándola, me duele cada noche que abandona nuestra cama para irse con ella. – Gunnhild se limpió las lágrimas que recorrían sus mejillas. – Pero no puedo culparle, como bien has dicho, él es libre – Ligia pasó uno de sus brazos sobre ella instintivamente a modo de abrazo, en parte eso también le ayudaba a ella misma.

– Sé que no te es fácil hablar... Lo sé porque soy igual, pero, también sé que esa coraza de sonrisa permanente no dura para siempre, todas tenemos un límite y, créeme, no quieres llegar a él, hablo por experiencia... – Ligia tomó aire antes de continuar su camino junto a Gunnhild.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora