Capítulo III: Lauren

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   No me apetecía mucho ir con ellos, pero prefería irme a quedarme aquí sola y aburrida con mis padres y mis tíos.

   -Voy al garaje a por la moto, Aria puedes ir llendote si quieres -dijo Johan- tardaré un poco en quitar el cepo que puso mi padre. Espero que no te importe esperar Lauren.

   -Puedes ir en mi moto si quieres -dijo Aria, a lo que Johan correspondió con una extraña mirada.

   -No me gusta esperar -dije al fin.

   Aria me dio un casco, me senté detrás suya y coloqué nerviosa mis brazos al rededor de su cintura. No pude evitar sonrojarme.

 

   No tardamos en llegar a casa del tal Rusti, me senti ligeramente incómoda al estar tan pegada a ella, pero por alguna extraña razón me gustaba estar cerca suya.

   Paramos frenfrente a una puerta metálica de color blanco. Me ayudó a bajar de la moto y llamó  timbre. En seguida salió a recibirnos un chico alto de unos diecinueve o veinte años. Era bastante dejado, su pelo castaño rizado casi tapaba sus ojos somnolientos. Vestía unos pantalones muy desgastados al igual que sus zapatillas, y una camiseta roja de un grupo de música que no conocía.

   Al ver a Aria los ojos del chico se abrieron como platos, señal de felicidad. La saludó con un fuerte abrazo.

   -¡Aria! -posó sus ojos en mí- ¿quién es? ¿alguna de tus nuevas conquistas? -dijo dándole pequeños codazos.

   Ante su pregunta no pude evitar sonrojarme de nuevo.

   -No -se rio- es Lauren la prima de Johan -se acercó y le susurró algo al oído.

   -Joo -hizo un puchero, luego me tendió la mano- encantado de conocerte Lauren, soy Rupert Timoner, aunque casi todo el mundo me conoce como Rusti.

   -Encantada -le sonreí.

   -A todo esto -mirando a los alrededores- ¿dónde está Johan?

   -Quitando el cepo que su padre colocó en la moto -dijo Aria- con lo patoso que es tardará un rato en llegar.

   -Tendremos que empezar la fiesta sin él -abrió la puerta de su casa- adelante señoritas, mi casa en vuestra casa.

   Entré después de Aria, seguida de Rusti que estaba concentrado silbando una melodía. Al entrar me encontré con una pequeña entrada bastante acogedora, no pude admirarla mucho debido a que Aria y Rusti subieron unas escalera y no quería quedarme sola allí abajo.

   Subimos la escaleras hasta llegar a la tercera y última planta. Era un espacio bastante amplio y luminoso separado en dos zonas, una parte era una zona de trabajo, que contenía una estantería junto a un escritorio con un ordenador de sobre mesa. Y en la otra parte había un televisor con dos videoconsolas de última generación, dos sillones de aspecto cómodo y una mesa de café, sobre la cual había varias bebidas alcohólicas.

   -¿No me digáis que vais a beber alcohol? -pregunté sorprendida.

    -Claro, ¿cómo quieres que hagamos una fiesta? ¿con Fanta? -se rieron Rusti y Aria.

   -Bueno, si no quiere beber no la podemos obligar -dijo Aria sentándose en uno de los sillones.

   Sonó el timbre y Rusti bajó rápidamente, se oyó un sonoro golpe acompañado de risas. Mientras tanto, el móvil de Aria sonó y se alejó un poco de donde estábamos para hablar.

   La miraba embelesada, había algo en ella que hacía muy difícil dejar de mirarla. Se giró y colgó, se percató de que la observaba y rápidamente bajé mi mirada notando el ardor de mis mejillas a causa de la vergüenza que sentía en ese momento.

   Rusti y Johan subieron minutos más tarde, con una botella que contenía un líquido rojo brillante.

   -Es lo único que he podido encontrar sin alcohol, es licor de moras -dejó la botella junto a las otras y comenzó a liarse un porro.

 

   La tarde pasó rápidamente entre risas, aunque Johan y Rusti se habían pasado de más con las copas. Ahora estaban cantando una canción de una película de Disney, pero no se entendía muy bien la letra. Por suerte Aria solo había bebido una copa y no era la única sobria del lugar.

   Volvió a sonar su teléfono, pero esta vez era un mensaje y no una llamada. Al leerlo su rostro se volvió serio y sombrío.

   -Chicos yo me voy llendo -se levantó del sillón- Rusti no dejes que coja la moto.

   -Descuida -dijo con una pequeña risa.

   Aria se acercó a mí.

   -¿Quieres que te lleve o prefieres pasar la noche aquí? -dijo con tono burlón- aunque yo no me fiaría de lo que pudieran hacerte ellos en su estado.

   -Me harías un gran favor si me llevases a casa -ella me sonrió a modo de respuesta.

   Salimos las dos de casa de Rusti, ya había anochecido. Subimos en su moto, volví a sentirme nerviosa al colocar mis manos en su cintura. Pegó un aceleron bastante brusco que hizo que me aferrara fuerte mente a ella para evitar caerme. Se estaba muy bien así, apoyada contra su espalda, mantuve esa posición hasta que llegamos a mi casa, aún así me quedé en esa posición unos minutos más.

   Bajé de la moto, Aria levantó su casco para hablar.

   -Espero que hayas disfrutado del viaje -me sonrió.

   -Gracias de nuevo por traerme.

   Me giré dispuesta a irme, pero algo me detuvo. Volví a girarme, Aria seguía con su mirada puesta en mí y sonriendo. Iba a preguntarle si me podría decir su número de movil, pero antes de que pudiera decir nada Aria me pido que le dijera mi número, era como si me hubiera leído la mente.

   Subí a casa. Mis padres no estaban cuando llegué. Fui a la cocina a por un vaso de agua, y en la nevera vi una nota de mis padres, en la que decían que llegarían tarde, muchas eran las noches en las que mis padres volvían tarde por trabajo, estaba acostumbrada a que no estuvieran cuando llegaba. Tampoco estaba Ingrit, la mujer de mediana edad que limpiaba la casa y nos preparaba la comida.

   Subí las escaleras de nuestro duplex hasta la segunda planta, donde se encontraba mi habitación. Me dejé caer sobre mí cama, observaba el techo absorta en mis pensamientos cuando mi móvil sonó. Era un mensaje. Observé la foto de perfil de quien había mandado el mensaje, era Aria. Una alegría inmensa llenó mi cuerpo.

     Aria: Hola, chica en apuros
     Yo: Hola, chica de la moto
     Aria: ¿Has llegado viva? XD
     Yo: Eso parece, sí. Me ha acercado una amiga a casa.
     Aria: Vaya ... que maja. ¿Está buena?
     Yo: No está del todo mal...

   Así comenzó una conversación que duró casi toda la noche. Me alegró que congeniáramos tan bien. Pero ¿por qué quería estar cerca de Aria? ¿qué era lo que hacía que no pudiera dejar de pensar en ella? Con aquellas preguntas resonado en mi cabeza me quedé dormida.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora