14: Cuarentena

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Así como había contado anteriormente, Kurapika estaba seriamente preocupado por mí al enterarse que uno de los más torpes del Ryodan me había amenazado de muerte. Por mi parte, lo había tomado tan sólo como una broma de muy mal gusto la cual no me interesó en absoluto.

-¿Qué opinan?- Hisoka jugueteó con una de sus cartas sentado en el sofá. Por mucho que les molestara, tanto el arlequín como el chico agujas eran invitados a la casa.

-Estamos en la ciudad, ya sabes... - reflexionó. -No creo que haya motivo para preocuparse. Si al jefe le interesaran sus ojos lo diría al instante. Fue tan solo una estúpida amenaza.

-Concuerdo- asintió Illumi. -Son una bola de estúpidos. Si te lastiman será por culpa de Kurapika.

-¡Ey, estoy escuchando!- enojado, el rubio se adentró al cuarto junto con nosotros.

-Agh, ya que- rodé los ojos. -Necesito aire. Salgo a caminar.

-¡Ni se te ocurra!- el rubio tomó mi muñeca con fuerza. Illumi lo empujó matándolo con la mirada. -Agh, ¡Sabes que no es seguro!

-No es mi tema. La venganza no me interesa, ¡yo a ellos tampoco!

-¡Pero lo que te dijo Feita...

-¡Basta! ¡No peleen!- el pequeño Gon se interpuso entre nosotros en un solo movimiento. -¡Me cansé de oír gritos! ¿No sería mejor hablarlo?

-¿Hablar qué? ¡Gen no tiene que salir! ¡El Gen'ei Ryodan SÍ es peligroso!

-Kurapika...

-¡Irás disfrazada! ¡Tienes que pelarte, ponerte lentillas! ¡Hazte pasar por hombre!

-¡Kurapika! ¡Basta!

Mi grito dejó todo en silencio. Ni siquiera se escuchaba el latido de sus corazones.

-Vamos a hablar.

Tomó tan solo unos segundos quedarme a solas con Kurapika en mi habitación. Claro que tuve que llevarlo a la fuerza pues el oji-gris estaba más alterado que nunca. Era el colmo de los colmos, pues a pesar de no tener sus ojos escarlata, parecía un perro rabioso.

-Kurapika, ¿Puedes decirme qué sucede? Jamás te he visto tan altera...

Antes de que pudiera seguir hablando me rodeó con sus dos cálidos brazos aferrándose a mi cuerpo como si quisiera que el tiempo se parara y aquella posición fuera conservada hasta el fin de nuestros días. Anonadada, correspondí su abrazo.

-¿K-Kurapika?

-L-Lo siento- se sentó en mi cama y no tardó en recostarse para mirar aquel blanco y simple techo. -Sé que me puse como un loco... tan sólo me preocupa. Me preocupas tú- su profunda mirada hizo que me derritiera. Mostraba su tristeza en carne y hueso.

-¡Todo estará bien! Sabes bien que sé pelear y que nadie me vencerá- forcé mi flacucho bícep riéndome de mí misma. -No fue una amenaza seria. Sólo están locos y... y...

Nervios y más nervios. A pesar de conocerlo desde pequeña, no muchas veces se sentía así. Kurapika y yo éramos más grandes. Habíamos madurado y claro que ya no éramos más los amiguitos casi hermanos de siempre correteando de allá para acá, sino que éramos chica y chico.

-No quiero perder a nadie más- con sus ojos cristalizados, me observó lleno de dolor y tristeza. Comprendía. Lo comprendía al máximo. -Mi familia también sabía pelear, ¿Y qué? ¿Qué sucede si sales y no estoy? ¿Si no logro protegerte?

-Kur...- me acosté a su lado y en silencio, abracé su torso recostándome en su pecho. Aquella posición me recordaba mucho a cuando éramos pequeños y observábamos las estrellas en plena helada.

Complementos [Hunter x Hunter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora